ARGENTINA | 05 de Febrero de 2025
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05 de Febrero de 2025
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BUENOS AIRES

300 Ediciones de Prensa GeoMinera: Un viaje entre desafíos y oportunidades de la Industria Minera

300 Ediciones de Prensa GeoMinera:
Un viaje entre desafíos y oportunidades de la Industria Minera
Por Favio Casarin (*)
“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala” - Albert Camus.

Hoy, al celebrar los
300 números de Prensa GeoMinera, nos encontramos en una encrucijada que nos
recuerda la historia de este emprendimiento editorial, surgido en medio de la
tormenta económica y social de principios de 2000. Fue un momento marcado por la
crisis, donde la incertidumbre reinaba, pero también se asomaba la capacidad de
reinventarnos. En aquel entonces, un grupo visionario decidió dar vida a PGM,
entendiendo que existía un vacío informativo en el sector minero, un espacio
que clamaba por ser llenado con conocimiento y análisis.

La primera edición vio
la luz en un contexto donde la Ley N° 24.196 de Inversiones Mineras recién
comenzaba a marcar el rumbo de un sector que prometía revitalizarse. Proyectos
como Minera Alumbrera y Cerro Vanguardia estaban en marcha, otros empezaban a
gestarse, y con ellos, la esperanza de una nueva era para nuestra minería. Al
mirar hacia atrás, es difícil no sentir una mezcla de nostalgia y admiración
por aquellos que tuvieron la valentía de apostar, invertir y soñar en tiempos
de adversidad.

Hoy, al albor del
número 300, percibimos ecos del primer número, aunque la situación actual
presenta nuevos matices y desafíos. La necesidad de comprender que nuestros
recursos naturales no son simplemente una opción, sino una obligación
colectiva, resuena más fuerte que nunca. Estamos llamados a desarrollar estos
recursos, no solo como un imperativo económico, sino también en el marco de un
desarrollo sostenible que debe regir nuestras acciones. Este compromiso no es
negociable; es un paradigma que debemos abrazar con convicción.

El respaldo legislativo
ha sido siempre un pilar fundamental. Así como la Ley de Inversiones Mineras
ofreció su impulso en el siglo pasado, hoy llegó el RIGI (Régimen de Incentivos
para Grandes Inversiones), para apuntalar y complementarla. Esta nueva
iniciativa abre la puerta a la esperanza de que esta vez sí podremos aprovechar
correctamente el potencial de nuestros recursos naturales. Depende
exclusivamente de nosotros, con todo lo que ello implica.

Hacia adelante se
extienden oportunidades inexploradas, así como el riesgo de caer en la
mediocridad si permitimos que el discurso nuevamente se imponga sobre la
acción. Es hora de que como sociedad aboguemos por un futuro donde la minería
sea sinónimo de progreso, de sostenibilidad y de responsabilidad.

En el vasto recorrido
de estas 300 ediciones, se revela una historia que va más allá de la mera
crónica del sector minero. Desde los primeros destellos de optimismo a
comienzos del siglo XXI, vislumbramos un horizonte lleno de posibilidades:
recursos abundantes y un marco legislativo que prometía atraer inversiones. Sin
embargo, tras esa expectante ilusión, emergió una dura realidad: del país
minero que aspirábamos construir, solo quedó el eco de un discurso vacío.

Con cada cambio de
gobierno y gestión, la minería fue sumida en un constante deterioro. La
industria, a pesar de contar con circunstancias favorables, se vio atrapada en
su propio laberinto de sombras. Durante los últimos 15 años, el sector minero
pareció perderse en un ciclo de autocomplacencia, incapaz de adaptarse e
innovar ante los desafíos que lo asediaban.

Aunque algunas
provincias lograron cosechar frutos apostando a la minería — empleo, inclusión,
movilidad social y salarios competentes — estos avances fueron,
lamentablemente, insuficientes en comparación con el potencial que realmente
poseemos. Hoy, mirando hacia atrás, es crucial reconocer nuestras falencias,
aprender de ellas y buscar un camino hacia la mejora, más allá de las
ilusiones.

El sector se sumió en
un error conceptual: la creencia de que la simple posesión de recursos
geológicos bastaría si existía decisión política. Esta desconexión con la
sociedad llevó a una alienación profunda, donde la minería se refugió en
lobbies elitistas, alejándose del diálogo genuino. Se confundieron aspectos
esenciales: comunicación con propaganda vacía, responsabilidad social con
limosnas, y relaciones comunitarias con negociaciones ocultas. Este
distanciamiento no solo debilitó la minería, sino que dejó el campo abierto a
voces críticas que, alimentadas por la torpeza del sector, comenzaron a
proliferar.

Así, poco a poco, como
el agua que va erosionando la piedra, se fueron socavando las posibilidades de
desarrollo de una minería en todo el país. Fueron llegando las leyes
antimineras en las provincias, mientras los referentes se alejaban de la
realidad y se autoaplaudían en hoteles en las provincias presentando “lo que
minería puede ser”. Los sectores antimineros fueron ganando espacio a costa de
la propia torpeza minera. Jamás soñaron con semejante regalo, ni con las
facilidades de que dispusieron.

La llegada del gobierno
de Macri en 2015, aparecía como un nuevo aliento, sin embargo, terminó marcando
el punto más bajo de todos estos años. La expectativa de cambio se desvaneció
rápidamente al ponerse de manifiesto una gestión minera marcada por la
politiquería, la ausencia de gestión y voluntad de cambio profundo. La minería,
un sector con un potencial inmenso para el país, se convirtió en un símbolo del
fracaso, abrumada por decisiones erróneas, que hasta eliminaron en los dos
últimos dos años de gestión la Secretaría de Minería de la Nación,
convirtiéndola en una oficina de turismo a cargo de una ignota “especialista en
residuos”.

El alivio de la salida
de Macri, trajo al dúo Fernández asumiendo el desafío de gobernar en un
contexto de la industria minera ya deteriorada. La desconfianza de los
inversores estaba latente, y se ahondó más al observar el desfile de
funcionarios de incapacidad supina, colocados por alguna transa con los
gobiernos de provincias. El gobierno actual de Milei, al comienzo parecía que
iba a dar continuidad a este horror trasplantando funcionarios de los
Fernández/Massa al suyo. Por suerte, pronto revirtieron el error, y aún sin
gestión minera profesional a nivel nacional y con ciertos brotes del peor
macrismo minero, en medio de esta oscuridad, proveyó al sector de una
herramienta –el RIGI-, impensada hasta por los más optimistas. A partir de
esto, surge una necesidad imperiosa: reimaginar el futuro de la minería en
nuestro país. 

Hoy nos encontramos
ante una coyuntura desafiante, una prueba de resistencia y voluntad en la que
debemos decidir el camino a seguir. La primera década del siglo XXI nos mostró
que era posible generar beneficios tangibles para las comunidades, las
provincias y el país en su conjunto. Sin embargo, la segunda década ha servido
como un recordatorio contundente de que también podemos fracasar
estrepitosamente, destruyendo en lugar de construir.

Es en este cruce de caminos
donde reside nuestra responsabilidad. La industria minera tiene el potencial de
ser un motor de desarrollo, pero solo si tomamos decisiones informadas y
justas, apoyadas en un análisis riguroso de las lecciones del pasado. En última
instancia, el futuro de la minería y su impacto en nuestras tierras dependerá
de nuestra voluntad colectiva para elegir sabiamente, aprendiendo de los
errores y celebrando con humildad los aciertos que realmente generan un cambio
positivo. 

En todo este devenir
tanto de aciertos como desencanto, la minería ha encontrado en las páginas de
PGM un espejo fiel. Las 300 ediciones de esta publicación no son simplemente un
compendio de hechos; son un testimonio del auge y caída de una industria que,
si bien ha traído consigo oportunidades de desarrollo, también ha dejado tras
de sí ecos de advertencia.

En este contexto, es
innegable que el periodismo temático debe subrayar los errores con mayor
insistencia que los aciertos. Los primeros, aquellos tropiezos que pueden
desdibujar el futuro, requieren el esfuerzo colectivo para emerger a la
superficie. No basta con seguir la corriente de la publicidad pagada, que
normalmente se centra en resaltar los logros de las compañías mineras o las
promesas de funcionarios públicos. Por el contrario, es necesario que la
verdad, aunque a veces cruda y dolorosa, encuentre su lugar en las opiniones y
artículos que forman parte de la narrativa mediática.

La trayectoria de PGM
es un ejemplo palpable de ello. En sus páginas –que me honran eligiéndome como
columnista desde hace muchos años-, hemos visto cómo el periodismo puede
funcionar como un faro en la tormenta, iluminando tanto los aciertos como los
desaciertos. Las verdades expuestas han dado voz a quienes, a menudo, son
silenciados. Al hacerlo, PGM se ha adherido irrevocablemente a la idea de que
el error merece ser confrontado, debatido y, sobre todo, corregido.

Este aniversario no es
solo un hito en la trayectoria de Prensa GeoMinera; es un llamado a la
reflexión y a la acción. El camino hacia ser un verdadero país minero está
lleno de desafíos, pero también de promesas. Sigamos escribiendo esta historia,
donde cada número se convierta en un peldaño hacia un futuro brillante y
sostenible. Celebremos, aprendamos del pasado, pero sobre todo, avancemos con
determinación hacia el futuro. ¡Por otros 300 números más!

(*) Geólogo y Abogado -  Profesor
de Derecho de los Recursos Naturales







































 

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