Por Eddy Lavandaio (*)
Salvo el caso de Filo del Sol, en el año 2013 ya estaban bastante adelantadas las exploraciones de los pórfidos cupríferos que hoy aparecen como posibles minas a corto y mediano plazo, a saber: Taca Taca (Salta), Agua Rica (Catamarca), Josemaría, Los Azules, Pachón, Altar (San Juan) y San Jorge (Mendoza).
Desde entonces pasaron once años y, si bien sabemos que la minería es un negocio de largo plazo, es llamativo que en ese lapso no se haya construido una mina en alguno de esos yacimientos.
Por distintas y variadas razones podríamos decir que las exploraciones avanzadas continuaron a un ritmo más lento del que cabía esperarse en un mundo necesitado de cobre y con buenos precios.
La construcción de una gran mina de cobre requiere inversiones de miles de millones de dólares, tanto por el tamaño del emprendimiento y la tecnología a implantar, como por la falta de infraestructura existente en la zona donde se localizan, y que también deberá construirse junto con los proyectos mineros.
La evolución de la macroeconomía argentina en el presente siglo fue sumando ingredientes como, por ejemplo, aumento de la carga impositiva, inflación en alza, controles de cambio y limitación en la disponibilidad de ganancias, encarecimiento del crédito internacional por incremento del riesgo país, limitaciones y demoras aduaneras, etc.. Esos ingredientes perjudicaron la imagen y el atractivo del país para los grandes inversores internacionales que entendieron que había otros países más atractivos que el nuestro para hacer este tipo de negocios.
En ese lapso solo fueron la excepción algunos proyectos de litio y de oro cuya demanda y precio permitieron superar los inconvenientes de la macroeconomía. Aún así, las exportaciones que alcanzaron picos de hasta 5.000 millones de dólares en 2012 fueron disminuyendo y se "amesetaron" en valores más bajos.
Hoy en día se están dando señales claras que indican que el Gobierno Nacional quiere revertir las condiciones que nos hicieron poco competitivos bajando la inflación, reformando leyes impositivas y laborales, e imponiendo un mecanismo especial de promoción para las grandes inversiones (RIGI) al que ya se están adhiriendo las Provincias con proyectos mineros de gran tamaño. A esas señales hay que agregar algunas medidas de promoción de la actividad minera en provincias como Río Negro y Mendoza, cuyas políticas anteriores habían sido contrarias al desarrollo minero.
El panorama es muy positivo si lo consideramos desde la perspectiva del personal (profesionales, técnicos y operarios) que será necesario para la minería que viene.
La construcción de un proyecto minero de gran envergadura se parece a la de una gran obra pública. En la mayoría de los casos, además del establecimiento, hay que construir la infraestructura (caminos, energía, ductos, comunicaciones, etc.) y un campamento que excede su condición de tal porque se erige como un nuevo pueblo asociado a la mina. Beneficia a todos los estamentos de la industria de la construcción y a todos sus proveedores, generando miles de empleos hasta que terminan la obra.
Una vez terminada la obra, se establece la planta de personal encargada de poner en marcha la producción y mantenerla hasta el fin de su vida útil.
En materia de profesionales tenemos la costumbre de asociar a geólogos e ingenieros de minas con la actividad minera porque son los que cumplen roles fundamentales, pero sería un error muy grosero de nuestra parte pensar que son los únicos.
Por el contrario, las complejas tecnologías que hoy se aplican en la extracción y elaboración de materias primas minerales sumadas a las normativas que deben observarse en materia de higiene, seguridad, cuidado ambiental, derechos laborales y las necesidades de infraestructura y comunicaciones, hacen que la implantación de un establecimiento minero en un lugar alejado de las poblaciones requieran de la presencia y ejercicio profesional de casi todas las profesiones conocidas. Para definirlo en pocas palabras: hay que construir, poner en marcha y mantener un establecimiento minero industrial y un pueblo donde antes no había nada.
Al visitar uno de estos modernos establecimientos cualquier persona espera ver "fierros" extrayendo y procesando mineral pero se sorprende porque allí, además de la mina y la planta de procesamiento, también hay un hospital, un cuerpo de bomberos, un centro gastronómico capaz de alimentar a más de mil personas por día, una planta distribuidora de agua corriente y servicio de cloacas, viviendas dormitorios con sus servicios de mantenimiento, un club con deportes y entretenimientos, servicios de televisión y telefonía, un vivero que reproduce flora autóctona para remediación, un servicio de geotecnia, uno o más centros de monitoreo técnico y ambiental, una estación de expendio de combustibles, una estación distribuidora de energía eléctrica, una planta elaboradora de explosivos, un servicio de riego, talleres mecánicos y de reparaciones eléctricas, servicios de electrónica e informática, servicios de transporte y muchas otros grupos operativos, propios o contratados, que no se verían en una industria ubicada en una ciudad.
La complejidad de ese escenario es lo que explica la enorme variedad de profesiones necesarias para que todo funcione adecuadamente. Un visitante se puede encontrar con geólogos e ingenieros de minas pero también verá médicos y biólogos, químicos y agrónomos, informáticos y ecólogos, ingenieros de diferentes especialidades, metalurgistas e higienistas, geofísicos y geoquímicos, diseñadores y comunicadores, y contadores y abogados.
Además, cada una de esas profesiones posee un nivel de técnicos y auxiliares que suelen ser imprescindibles en la conducción de grupos de trabajo.
No disponemos de una estadística que nos proporciones el porcentaje de integrantes de los tres niveles (profesionales, técnicos y operarios) y suponemos que la cantidad de operarios supera a la suma de los otros dos. También vale la pena agregar que los obreros de una mina moderna reciben cursos de capacitación que los convierten en operarios calificados que, en general, reciben buenos sueldos.
A medida que se materializan nuevos emprendimientos mineros también crece el número de empresas de proveedores argentinos de insumos, repuestos y servicios cuyo registro recientemente creado, ya supera las 1500 empresas.
Los empleos que se generan en estas empresas duplican o triplican a los empleos directos (son los que llamamos empleos indirectos). Eso significa que si un establecimiento de gran minería (de cobre por ejemplo) emplea a 1000 personas, en las empresas proveedoras se generan entre 2000 y 3000 empleos más que representan a igual número de familias argentinas beneficiadas.
Por último, la activación de proyectos semidormidos y la puesta en marcha de nuevos establecimientos productivos seguramente va a generar un mayor entusiasmo para la inversión de riesgo en proyectos de exploración que sumarán una demanda de empleo de carácter temporario pero cuyo número no es para nada despreciable.
(*) Geólogo. Matrícula COPIG 2774A.
Miembro de la Asociación Geológica de Mendoza.
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