Por Darío Fariña (*)
La situación económica es el eje por el que nos movemos todos. Los argentinos, más. A partir del dinero es que giramos en nuestras vidas y si el billete no aparece en nuestro bolsillo es cuando todo se complica. Como todo. Inclusive, el que más tiene más quiere y siempre le parece poco.
Pero a los trabajadores desde hace muchos años que nos parece poco. Poquito. Casi nada por estos días en el que el gobierno de Javier Milei está más enfocado en la tabla de Excel para bajar costos del Estado que en el bienestar del pueblo.
Todos los estamentos, segmentos, sectores, o como quiera llamarle, están en crisis. Más grave que antes, por supuesto. Y hay sectores, como la minería precisamente, que hoy por hoy ya no hay dónde rascar del tarro, porque los ingresos no están, y hasta los empresarios están llorando.
Canteras al borde de la quiebra, caleras a punto de desaparecer del mapa, cementeras –que manejan dólares, exportaciones y grandes volúmenes de dinero- también ponen el grito en el cielo porque no ingresa dinero como antes. Estas últimas tienen, seguramente, un colchón bastante importante, pero –como dije antes- el que más tiene más quiere.
El problema son las pymes, las empresas pequeñas y medianas que transitar el día a día es terriblemente duro. Y se llevan puestos a los trabajadores en esta crisis que se sabe cuándo comenzó pero que no se sabe cuándo va a terminar. Eso es lo peor.
Por ejemplo en el centro de la provincia de Buenos Aires se encuentran los yacimientos de piedra más importantes de la provincia de Buenos Aires. Seguro que San Juan es el más importante del país, pero Olavarría –fundamentalmente- así como Azul o Benito Juárez que también tienen canteras, aunque de menor fuste, es un partido donde tiene origen toda la piedra que sale para distintos puntos del país. Y de allí también el cemento que sale para todos los rincones de la Argentina y que también se exporta.
Hasta que llegó Milei.
El Presidente dijo que la obra pública se va a privatizar. Ahí arrancó el gran problema. Grave por cierto. Sabemos que a partir de la construcción se mueven a su alrededor entre ochenta y cien rubros más que viven, o al menos sobreviven, gracias a que la industria está activa.
Pero a partir de esa decisión de Milei de frenar la obra pública todo se complicó. También es cierto que la obra privada ayuda, pero no en el porcentaje que lo hace la pública. Entonces todo fue para atrás. Los yacimientos están esperando que los exploten porque hace tiempo, desde el 10 de diciembre casi, que nadie trabaja allí. O un poco, pero no alcanza.
Entonces si las cementeras lloran, ¿qué queda para un trabajador?. Si una cantera deja de producir, es lógico que desde el propietario hasta el último empleado sientan el impacto económico. Y ya van casi cinco meses y la situación no cambia. Lo que sí cambia es la situación de los trabajadores, que encima ven peligrar sus puestos de trabajo.
Porque, como le anunció una cementera al sindicato minero AOMA, hay dos alternativas: se echa a la mitad de los empleados, o todos los empleados pasan a cobrar la mitad de su sueldo. Tremendo. Intolerable también. La dignidad se fue al pasto, y desde bien arriba, es decir desde el Gobierno, no acusan recibo. Sigue siendo más importante esa planilla de Excel que lo que pasa “abajo”, donde se sabe que si hay dinero el trabajador, o todos, generamos un circuito económico que es el que luego origina una reactivación económica. No hay mucho secreto en esto.
Con el mensaje de que la “casta” se robó todo, hizo limpieza general Milei. Seguramente tendrá razón en que muchos políticos, y no políticos sino allegados a quienes gobiernan, se llenaron los bolsillos con el dinero que es del pueblo. ¿Queda alguna duda de eso?. No, por más que duela decirlo. Hay desilusión, bronca, enojo, uno se siente defraudado porque los políticos en los que confiamos, a los que pusimos el voto con los ojos cerrados, nos robaron. Sin vueltas. Es así.
¿Hay que recordar que Alberto hizo ganar dinero a sus amigos con el tema de los seguros? No. ¿Hay vueltos en todo esto?, quizá no, pero quizá sí, y es así donde se falló y ahora Milei apunta los cañones con todo para que el Estado quede limpio de todos esos manejos que se creían estaban envueltos en impunidad, en arreglos por debajo de la mesa, en sobres por izquierda (más que sobres, cajones enormes), donde la corrupción fue creciendo descaradamente.
Y el mea culpa también tiene que estar. Porque hoy los que pagaron el pato son los trabajadores, que ni siquiera tuvimos ganas de celebrar nuestro día este 1 de mayo. ¿Qué hay que celebrar?, ¿que nos quedamos sin trabajo?, ¿Que cobraremos la mitad del sueldo a partir de junio o julio?, ¿que el compañero de al lado no tiene para mandar a sus hijos al colegio?, ¿queela obra social está tecleando por culpa de toda esta situación y no habrá medicinas?
La planilla de Excel no deja ver la pila de carpetas y papeles que hay detrás. Dicho de otra manera, el árbol no debe tapar el bosque. Y al Presidente la planilla de Excel no le deja ver lo que hay detrás, un pueblo necesitado como nunca, que ve que la inflación baja –sí, es cierto- pero que no tiene para comer.
Entonces, yendo a la situación que se atraviesa en Olavarría a partir de las canteras, las caleras, e inclusive las cementeras, todo es un caos. Porque esa reducción de salarios, o inclusive la pérdida de salarios, hace que se encadene otra situación: los sindicatos, AOMA en este caso, no tiene los ingresos suficientes para ayudar a sus afiliados, como lo ha hecho siempre, para entrar en una situación de precariedad alarmante.
Porque los aportes de los trabajadores se devuelven, vía sindicato, en ayuda: becas, útiles escolares, viajes, salud. Todo eso se pierde, hay una enorme desprotección hacia los asalariados, hacia los trabajadores, mientras desde el Estado se mira hacia otro lado. O miran y no saben ver, lo que sería más grave El futuro, inmediato, es terriblemente desolador. Volviendo al tema obra pública, es urgente que se reactive para que las canteras vuelvan a tener ese flujo de ingresos tan necesarios como imprescindibles. Para que el trabajo siga estando firme, para que se reactive una economía que languidece y es más que preocupante, porque hay puestos de trabajo que pueden desaparecer.
Quizá no sea necesario hacer nombres propios de las empresas olavarrienses allegadas a la minería que están con los números en rojo y ya no aguantan más, pero en dos o tres meses puede haber novedades terribles. Porque el cierre de una fuente de trabajo, o muchas en realidad, es posible. Y después, las consecuencias serán más graves todavía.
Pero sí se pueden brindar algunos números que reflejen claramente la situación: en 2017/2018 durante el gobierno de Mauricio Macri se paró a la mitad la obra pública. El presupuesto destinaba el 1,5% del PBI y se bajó al 0,75 del PBI. En esa etapa, los trabajadores no cobraron los premios por producción y eso que los salarios están conformados por un 15 al 30 por ciento de esos premios que incluyen presentismo, producción etc. Al no haber producción, no se cobraba, porque los despachos habían bajado considerablemente. Ecuación simple.
Pero ahora la obra pública bajó un 90 por ciento. Casi no hay despachos, tanto desde Provincia como desde los municipios. No se vende y por lo tanto no se cobra premios, y lo que es peor: sobran puestos de trabajo, con turnos enteros que despachan un 10 por ciento de lo que se vendía antes.
Quizá en las caleras chicas esta crisis no se nota tanto, porque antes despachaban cuatro camiones diarios y ahora salen dos o tres por día. Pero el golpe igual es fuerte.
Las canteras están más relacionadas, directamente, con la obra pública. Lo mismo que las cementeras. Y como cayó la obra pública y también la privada, los ingresos se desmoronaron.
Una cantera de Olavarría, por ejemplo, despachaba el 60 por ciento de su producción a la obra pública y un 40 a la privada, pero al caer el 90% el despacho entonces un 5 por ciento va para la obra pública, solamente. Si antes salían 100 camiones por día, ahora salen 20 o 30 con su producción. Lamentable.
Las cementeras vendían un 50% rumbo a la obra pública y un 50% a la privada, pero hoy por hoy los porcentajes se derrumbaron. Antes, cada 100 camiones 50 iban rumbo a la obra pública. Ahora salen 10. Y del otro 50% de camiones para la obra privada, ahora salen 20. Números contundentes.
El problema más grave es que ahora sobran puestos de trabajo. Las empresas están obligando a los trabajadores a tomar las vacaciones atrasadas, pero si todo sigue así se ingresará en una etapa de suspensiones en las canteras, y en el medio se está hablando para hacer nuevos acuerdos paritarios, pero se intentará - seguramente - bajar el costo salarial y no echar gente, al menos por dos o tres meses. Esa es la situación en números.
El futuro es muy feo. Habrá gente sin trabajo, sin dinero, sin dignidad, una situación que los argentinos ya hemos atravesado, tristemente, pero que no queremos volver a sufrir. No se trata de que paguen muchos inocentes por culpa de unos pocos delincuentes, se trata simplemente de tener sentido común y hacer funcionar a un país desde la practicidad, la inteligencia, y las ganas de salir adelante. Para eso se necesita trabajar. Ni más ni menos, y que las decisiones de nenes caprichosos queden de lado. La Argentina, toda, necesita ser un país en serio.
(*) Periodista, Ciudad de Olavarría
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