Por Favio Casarín (*) Geólogo - Abogado
De pronto y sin darnos cuenta, llegó otro Día de la Minería, que nos encuentra con saldo en rojo desde hace por lo menos 11 años (para ser benevolentes en este día). Si no hay saldo, una vez más habrá que seguir tarjeteando, y que algún día –para el caso de que tengamos una industria significativa- lo pague otro. Homenaje indigno a la 1ra. Ley de Fomento Minero sancionada por la Asamblea del 7 de mayo de 1813. Una ley ambiciosa, que aquellos hombres de la Revolución de Mayo proyectaron a sabiendas de lo que en el futuro necesitaría la incipiente Nación para descolonizarse. Lamentablemente, esas ideas en materia minera, nunca se han podido concretar, y aún hoy discutimos si continuamos con una minería de tinte colonial, que nunca ha despegado tras 210 años de historia.
La conmemoración tarjeteada incluirá festejos, degustaciones culinarias y discursos de ocasión, repetitivos y estériles, con frases de plástico gastadas e inconvincentes, en distintos escenarios, donde predominarán las mismas miradas sobre la minería. Ni los que asistan a estas celebraciones las tomarán en cuenta, más preocupados por engullir un canapé o lubricar la garganta con un burbujeante champán. Lo bien que hacen.
Se escucharán las frases falsas y acomodadas de siempre: “creció el empleo minero” (donde suman hasta a los contratistas de limpieza); “crecieron las exportaciones” (ocultando que es tema de precios internacionales y no de producción); “damos empleo en blanco” (como si esto fuera un mérito); “compartimos la cordillera con un país minero como Chile” (sin decir que Chile tiene una política minera, y Argentina no tiene ninguna). Y obvio, no faltarán “los 13 mil millones de dólares en inversiones que van a venir”, o “los 20.000 millones que vamos a exportar en el 2030”, frases de presentación de algunos funcionarios en cualquier micrófono complaciente que le pongan delante para justificar su contrato. Cuando todos saben que desde hace años no ingresa al país ninguna inversión minera significativa, ni vendrán mientras no exista una política de estado minera seria.
No hemos sabido corresponder a estos hombres de mayo del 1813, luego de haber sentado las bases y señalar un norte. Hemos conseguido el fracaso de la minería metalífera en el país, y puede ser aún peor. Nótese que San Juan, otrora señalada como ejemplo de provincia minera, está a punto de cumplir 13 años sin poner un proyecto minero metalífero en producción. En este caso además de que no tiene saldo en la cuenta, a la tarjeta la tiene bloqueada. Nada para festejar en San Juan, y lo supieron conseguir, tras 8 años de desaciertos en materia minera.
Si bien la industria minera perdió 11 años (como mínimo), con los últimos 8 de catástrofe y no existe registro de proyectos de envergadura para los próximos años, no todo está perdido, y cada vez aparecen más voces y ejecutores desde las provincias, para salir de esta decadencia. Nuestro país, siempre se construyó desde las provincias, y una vez más, serán estas las que ya producirán el salvataje de la minería, que se traducirá en poco tiempo más en cambios legislativos, de acciones, y de modos de emprender el negocio, que será beneficioso para toda la sociedad en su conjunto, inclusive para aquellas provincias que no posean recursos mineros significativos.
Siempre hemos señalado desde estas columnas, que un país minero –o con ambiciones en ese sentido-, se construye con diálogo incorporando a todos los sectores sociales. Y respaldado con una fuerte presencia del Estado –Nacional y Provincial-, cada uno con su competencia específica como lo dice la Constitución Nacional, y no como hoy sucede en la práctica. En este sentido, no cabe duda que la próxima gestión de gobierno –del signo o coalición que sea-, no podrá seguir con esta inercia decadente. Sentar un nuevo muñeco en la Secretaría de Minería, lo único que cambiará serán las caras de los amigos que el funcionario de turno traiga de su provincia, para disfrutar la oferta turística de viajes en clase business (off course) por el mundo.
No es necesario, además de inútil –desde ya lo decimos, porque seguro a algún poco aficionado a la historia minera se le puede estar ocurriendo- un nuevo Acuerdo Federal Minero, o como se le llame. Primero porque los que ya hubo en los últimos 30 años, no sirvieron absolutamente para nada. Y segundo, por lo más importante: no puede haber ningún acuerdo, sin nuevas bases sólidas que reemplacen a las endebles actuales. Cambiando esto, los acuerdos se darán espontánea y regionalmente, y no cafeteando con masitas en la sala de un hotel. Quien tenga aspiraciones políticas, por favor, piense en algo serio, estudie, infórmese, capacítese, ya que la industria minera no está para seguir perdiendo tiempo con reuniones y acuerdos inservibles.
Todos tenemos en claro, o al menos en apariencia, porque solo algunos nos animamos a decirlo, que no se puede construir un país minero con 7 provincias que prohíben la actividad y otras tantas que no lo tienen plasmado en leyes, pero se hacen los desentendidos. También está claro que eso no va a cambiar con el fraseo de que “la minería trae progreso y empleo”, o regalando vehículos y camisetas de fútbol. Y menos con el lobby minero de la Banelco. El ejemplo de 20 años de fracaso en Chubut tiene que animarnos a pensar –sin llegar a lo de Demócrito- que el camino pasa por otro lado. Digámoslo sin vueltas: nunca habrá minería en Chubut ni en otra provincia con leyes antimineras, de este modo. La mayoría de la gente no es antiminera, ni rechaza la minería. Lo que rechazan es el modo actual de hacer minería. Los que tenemos que cambiar, somos los mineros, no la gente.
Los cambios que se vienen
Irremediablemente tendrán que producirse, si queremos desarrollar la minería metalífera. Mientras más rápido sucedan, podremos subirnos al tren. Si seguimos insistiendo con lo mismo, continuaremos barranca abajo, con una minería de esquema colonial, de escaso volumen, y que al país le deja muy poco (o nada, sin comparamos que por monedas de regalías se canjean recursos no renovables). Ya se encuentran presentados algunos proyectos en el Congreso de la Nación y en algunas legislaturas provinciales, a los que pronto se sumarán otros. Algunas son ideas que desde hace años en estas columnas venimos proponiendo y exponiendo.
1. Derogación del Código de Minería de la Nación
Como ya se manifestó desde estas columnas, un Código inútil, larguísimo, con conceptos inclusive contrarios a la Constitución Nacional, herencia de la Corona Española, y que increíblemente aún está vigente. Todas las provincias buscan eludirlo con sus Códigos de Procedimiento. Impide al Estado ser ágil en modelos de contratos mineros alternativos, utilizando solo la concesión legal perpetua y gratuita, que favorece solo a los especuladores que con cero ( 0 ) inversión adquieren permisos y denuncian descubrimientos. Además de que el Estado, titular del dominio de los recursos mineros no percibe ni una moneda por entregarlos, la especulación y larguísimos plazos contribuyen a tener miles de concesiones, con escasas minas en producción. Debe ser derogado en su totalidad y reemplazado por un Ley Minera corta.
2. Derogación de la Ley N° 24.196
En conjunto con el Código de Minería, debe ser derogada por completo. Renovar sus conceptos sobre estabilidad fiscal y promociones por inversiones, insertando plazos con incremento de incentivos y de caducidad, y unificarse dentro de la nueva Ley Minera corta. Lo referido a topes de regalías mineras, debe quedar liberado a que cada provincia lo negocie con el inversor.
3. Creación de una empresa minera público-privada
Una necesidad, como tienen varios países del mundo, y algunas de ellas inclusive con concesiones mineras en el nuestro. El capital debe estar integrado por distintos tipos de acciones, correspondientes al Estado Nacional, Provincias, y Privados, con régimen de Sociedad Anónima.
No haber tenido una empresa de estas características, fomentó las leyes antimineras en las provincias. De haber existido esta empresa, asociado con capital privado, hoy en Chubut y Mendoza (modelos prohibitivos si los hay), los grandes proyectos con recursos en esas provincias, estarían produciendo desde hace varios años. Y esto sí generaría inversiones (reales), miles de empleos (genuinos) y desarrollo de industrias locales conexas.
4. Mercado de capitales
Se repite permanentemente que la minería necesita financiarse por las grandes inversiones a las que está sujeta. Increíblemente, aún las empresas mineras no cotizan en el Merval, ni acceden a otros instrumentos que ofrece el mercado de capitales, donde lo hace hasta un supermercado, un shopping y un establecimiento que cosecha limones. Además de que implica transparencia en la publicidad de balances y operaciones.
5. Movimientos provinciales
Ante el abandono de la gestión minera por parte del Estado Nacional, algunas provincias han tomado la iniciativa de cambios, que se acelerarán una vez sancionadas las Leyes indicadas en los puntos 1,2 y 3. Entre ellas tenemos:
La Mesa del Litio en el NOA, unificando criterios de procedimiento y promoviendo la industria minera.
La Ley de Litio Estratégico en La Rioja, buscando eliminar la especulación que paralizó la minería en la provincia.
Ley de zonificación en Malargüe, intentando despegarse de la ley provincial que prohíbe la actividad, y que el propio sector minero hundió aún más.
Esbozos de Chubut de armar un modelo público-privado de desarrollo minero, ante el fracaso de quienes intentaron la aventura de los últimos años, y luego huyeron.
Se podrá estar o no de acuerdo, en todo o en parte, con estas acciones, en el intento de salir de la decadencia minera actual, y es lo de menos. En este nuevo aniversario del Día de la Minería, es buena la oportunidad para deconstruir, proponer y que todas las piezas del armado minero dejemos de lado las mezquindades. No es necesario como Demócrito arrancarse los ojos para pensar, pero sin dudas poner en uso las neuronas, para el sector minero, resulta hoy una acción primordial e impostergable.
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