Por Ricardo N. Alonso (*)
Arte y técnica descienden de la minería
El hombre hace minería desde los propios inicios de su existencia. Al principio fue la prospección de rocas silíceas para aprovechar una característica física como es la fractura concoidea. Esta fractura de los sílex, ftanitas, obsidianas, pedernales y metacuarcitas le permitía sacar lascas con las cuales fabricaba sus puntas de proyectiles, raspadores para separar el cuero de la carne y herramientas varias para ataque y defensa. En África se conocen herramientas de ese tipo de 3 millones de años de antigüedad dando inicio a la actividad minera y a la Edad de la Piedra. Y también a la técnica. En algún momento el hombre se dio cuenta que los ocres minerales de hierro y manganeso le permitían pintar y decorar sus cuevas y así nació el arte de la mano de la minería. También encontró que había algunos minerales vistosos por sus colores verdes y azules como malaquitas, jades, turquesas, azuritas y lapislázulis, entre otros, que le permitían adornarse a través de collares. Luego vio que había metales como el cobre que eran maleables y empezó a usarlos dando comienzo al calcolítico. Pero además descubrió que el fuego podía fundirlos y las mezclas con otros metales, caso del estaño, daban el bronce y así nacería otra edad superadora de las anteriores: La Edad de Bronce.
Edades del hierro, acero y aluminio
Había otro mineral más difícil de fundir, el hierro, que al fin logró domesticarlo dando comienzo a la Edad de Hierro. Las armas de hierro eran más fuertes que las anteriores, pero todavía daría un paso más con la creación del acero. España se impuso en América porque traía el acero, junto a la pólvora y el caballo. El aprovechamiento de los minerales iba progresando y el hombre explotaba las arcillas para cerámicas y mezclaba metales y fundentes para lograr nuevas aleaciones. Un buen día logró aislar el aluminio de los barros fósiles de bauxita y dio nacimiento a una nueva edad. Y lo mismo ocurriría con el uranio y la era atómica, el silicio de los chips, las tierras raras de los discos duros y el litio de las baterías. A principios del siglo XX se consideraba que un automóvil era el mejor ejemplo del uso intensivo de minerales. La mitad de la tabla periódica de los elementos químicos de Mendeléiev estaba comprometida en su fabricación. Se fabricaban distintos tipos de aceros para obtener resistencia, dureza, flexibilidad, duración e inoxidabilidad utilizando carbono, vanadio, manganeso, tungsteno, molibdeno, etcétera. Se cromaban o niquelaban las piezas de hierro para evitar su corrosión química. El plomo y el antimonio eran la base de las baterías.
Las nuevas edades de los elementos raros
Los teléfonos celulares modernos son un nuevo ejemplo del uso de elementos químicos que incluyen tierras raras (REE), litio, grafito, cobalto, cobre, oro, plata, entre otros. La electrónica moderna requiere además de metales raros como el galio, indio y germanio los que aparecen incluidos en pequeñas cantidades en menas de plomo, zinc, plata y otros vetiformes de sulfuros hidrotermales. Vayamos al pasado de la región andina. Los incas y otros pueblos aprovecharon para su metalurgia los metales nativos: oro (cori), plata (colque) y cobre (anta). El oro grueso de los aluviones en pepitas o chapas llamadas charpas y los charquis de cobre y las planchas de plata nativa en las zonas de oxidación de yacimientos primarios. Todos estos metales eran casi puros y fáciles de trabajar por su maleabilidad y ductilidad. Con ellos construyeron toda clase de objetos de adorno y rituales. El tesoro de Atahualpa y las piezas que se conservan en los museos del oro de Perú, Ecuador y Colombia son un claro ejemplo de hasta donde avanzó la orfebrería de los pueblos andinos al momento de la llegada de los españoles. Los españoles fueron guiados por los mismos indígenas a las sus viejas explotaciones (caso de Porco, Bolivia) y luego descubrieron otros yacimientos algunos de los cuales pasarían a ser famosos mundialmente como el Cerro Rico de Potosí descubierto en 1545. Los incas y demás pueblos trabajaron la zona superficial de los depósitos metalíferos y aluviones. No podían avanzar más por la rusticidad de las herramientas y por la falta de iluminación. Los españoles profundizaron en las vetas y obtuvieron menas que contenían el cobre o los metales preciosos, pero eran más pobres que los metales puros de antaño. Así y todo ellos explotaron menas ricas con varias onzas de oro y marcos por cajón de plata. La minería colonial, especialmente con la plata, cambió la historia del mundo en beneficio del imperio español.
Desde las vetas a los diseminados
Con el tiempo las vetas se fueron agotando y las minas subterráneas se fueron cerrando. A mediados del siglo XX se alcanzó la tecnología en máquinas y equipos para explotar yacimientos diseminados a cielo abierto. Chile y Perú comenzaron antes. La Argentina llegó después, en la década de 1990, cuando hubo un marco regulatorio legal que permitió pasar de la minería tradicional y artesanal a la gran minería. Bajo de la Alumbrera en Catamarca fue el ejemplo paradigmático. Fuimos pasando de explotar 100% de cobre nativo, a vetas con 10% de cobre en menas (calcosina, covelina, “cobres grises”, etc.), a diseminados con 1% de cobre en calcopirita incluida en pórfidos. Obviamente a medida que bajaba la ley de aprovechamiento aumentaba el tonelaje a extraer. Desde los cientos de kilos de los charquis de cobre nativo o los bolacos de plata, hasta millones de toneladas de cobre diseminado. Nuestro país cuenta con 60 millones de toneladas de cobre fino en sus depósitos a lo largo de la cordillera, desde Taca Taca en Salta, pasando por Agua Rica en Catamarca hasta Pachón en San Juan por citar solo a tres de ellos.
La Ley de Nolan
Dicho esto, la historia nos enseña que los recursos crecen geométricamente a medida que se baja su ley de aprovechamiento. El primero en plantearlo fue Thomas B. Nolan en su discurso presidencial ante la Geological Society of America (1962, p. 277). Al discutir la ley de las riquezas minerales señaló que al hacer las estimaciones del futuro debería tenerse presente no solo el hecho de que hemos sido capaces durante años de aprovechar progresivamente los depósitos de minerales de la más baja ley, sino “que el tonelaje de material útil en la corteza terrestre aumenta geométricamente con la disminución de la ley” [véase: Nolan, Thomas B., 1962. Role of the geologist in the national economy. Geological Society of America Bulletin, vol. 73, N° 3, pp. 272-278, Boulder, Co.]. Y además agregó: “Para los problemas en que se implica la prosperidad de las naciones, el geólogo podría aplicar en forma útil los hábitos de pensamiento impregnados por la práctica de su ciencia. Estos incluyen la tendencia a pensar en tres dimensiones, el uso instintivo de la cuarta dimensión: el tiempo, una apreciación de lo inevitable del cambio y una aceptación de la variedad de materiales naturales que yacen debajo de la superficie de la tierra”.
La Era del Litio
El litio que hoy nos convoca valía unos pocos miles de dólares la tonelada hace un par de décadas. Con el advenimiento de los celulares y la electromovilidad el precio escaló hasta los 80.000 dólares la tonelada de carbonato de litio grado batería. A medida que el precio iba escalando se habilitó la extracción más onerosa de litio en rocas (pegmatitas) y Australia se convirtió en el primer productor mundial. Y además con una posición privilegiada al estar al frente de los grandes consumidores del mercado asiático. Lo cierto es que al aumentar geométricamente el precio no solo los salares pasaron a ser competitivos, incluso bajando la ley desde 1.000 ppm a 100 ppm en los últimos años, sino que se habilitaron muchas otras fuentes de búsqueda que van desde el agua de mar, las arcillas hectoríticas de litio, los campos geotermales, ignimbritas, otras rocas ígneas con litio, hasta el propio reciclaje de las baterías. Al subir el precio, baja la ley y aumenta geométricamente el recurso como planteaba Nolan en su postulado. Más allá de las riquezas minerales en continentes enteros como la Antártida, la Luna, los asteroides con sus billones de dólares en metales, cordilleras inexploradas, entre otros, el futuro promisorio de la minería está simplemente en la ecuación que plantea la relación de la ley versus el tonelaje que representa. A menor ley mayor tonelaje y viceversa. Más allá de todos los demás parámetros de costo y beneficio que hacen a la trama y la urdimbre de la minería fina.
(*) Dr. en Geología. Académico y escritor. Ex Secretario de Energía y Minería de la provincia de Salta.
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