Cuando BISMARCK introdujo la primera pensión en 1889, el promedio de vida de un prusiano era de 45 años. En 1935 Estados Unidos estableció el Sistema de Seguridad Social; la edad para acceder a sus beneficios era de 65, tres por arriba de la expectativa de vida en ese país.
He aquí uno de los mayores desafíos del mundo moderno: estamos volviendo a una era pre BISMARCK, en dónde trabajar no tiene una fecha de terminación formal. La expectativa de vida ha subido 3 años por cada 10 que pasan. El esquema original de los sistemas de retiros cruje por una pirámide social truncada, con gente que muere cada vez más tarde y menos niños que nacen.
Individuos, empresas y Estado tienen que adaptarse. Y las políticas públicas ayuden, creando el marco. Sea promoviendo el ahorro privado, fomentando esquemas de recontratación para jubilados, eliminando el retiro obligatorio o reformando el sistema de salud. En lo inmediato, la solución principal es aumentar la edad jubilatoria, indexándola a la expectativa de vida.
Todo esto está ocurriendo en la faz civilizada de la tierra. Mientras tanto, en ciudad gótica... el oficialismo, contra el oficialismo, consagró en el Senado una nueva injusticia: una “moratoria” previsional, para que se puedan jubilar quiénes no se pueden jubilar. El extraño argumento es que “hay que tener corazón” y facilitar que en vez de extenderse la edad jubilatoria, se acorte. Una vez más, se libera el derecho de la obligación, en este caso para gastar la plata ajena, la de los que aportaron.
El principal problema de la Argentina es el gasto público. Históricamente representó un 20% del Producto Bruto. Desde 2003, cuando se inauguró una nueva era de la metafísica del sinsentido económico, saltó al 40%. Y desde hace dos años sigue en aumento. Esa y no otra es la verdadera causa de jóvenes y empresas que nos abandonan en busca de un futuro de racionalidad, cansados de las abstracciones líricas.
La política es como una obra de teatro, que manda señales al mercado (i.e. la gente) desde la representación y la palabra. Que el dólar haya aumentado 13 pesos en 2 días, que la brecha sea de más de 100% y que el riesgo país supere los 2.500 puntos básicos no es un golpe de mercado: es la respuesta a los mensajes que los principales actores de la vida pública envían con sus actuaciones irresponsables. Lo peor de todo es que este truco de magia de dilapidar la plata de los verdaderos jubilados no es nuevo: ya se practicó en el ciclo pasado,
cuando se incorporaron más de dos millones de personas sin aportes al sistema. Se intentó más tarde un mínimo de racionalidad para preservar el futuro de los que aportaron, y golpes de millones de piedras inundaron la Plaza del Congreso.
Golpe a golpe, verso a verso, repetimos obstinadamente los errores y las mentiras. Total, a la comedia le sigue la tragedia de los que tienen que hacerse cargo de los desvaríos.
ESF
(DES)CONFIANDO y EMINTIENDO
ORTEGA distinguía entre ideas y creencias; unas, disponibles por esencia; otras fundacionales, exenta de explicaciones, marcando el presente y señalando el futuro.
Argentina enfrenta una nueva crisis. De las más graves, porque es una crisis de creencia, el acto de confianza más elemental del que debe gozar un gobierno para su proyección futura. Ese es el vector que lo atraviesa todo, y permite explicar lo que viene.
Conviene prestar atención al sistema de indicios: la tensión creciente a la que se está sometiendo al sistema institucional en general, como marco, desde la prédica y la acción; como acelerador, que estaría liberando los peores fantasmas, la deuda en pesos emitida a niveles absurdos.
La explicación es tan simple como grotesca. Se parte de una creencia: emitir no provoca inflación; algo así como que la manzana de NEWTON no cae, sino que se eleva. Se le agrega un dato de color: la emisión de deuda en pesos por el Banco Central estaría sujeta a la misma máxima.
El corolario ha sido un aumento desopilante de la masa monetaria (sea dinero o deuda, en este caso con interés que la multiplica) que somete al gobierno a un triste dilema: emitir todavía más, o convalidar tasas ridículas en los próximos vencimientos. Trampa del oso, diría alguno, puesta por el propio oso.
Los efectos de este “vivir con lo nuestro” llevado al terreno del financiamiento son todavía peores. El más destacable es el crowding out del sector privado: el 60% del crédito doméstico va al gobierno. La evidencia más contundente de cómo se financia el déficit con el sector financiero, a partir de incentivos mal alineados, lo que explica el desbalance de los balances bancarios. Prestar al Estado es rentable y poco costoso, aún a costa de achicar notablemente la capacidad prestable del sistema, hasta que...
Volviendo a las creencias, muchos se olvidan, pero el sistema institucional es esencialmente una cuestión de confianza. Y ni que hablar del sistema financiero, en el que la base es creer en la palabra del Estado, y en quién debiera ser su perro Cancerbero, el Banco Central. Aquí está el quid del asunto: los niveles de emisión son insostenibles y la autoridades de la autoridad de control no han sido ratificadas siquiera por el propio oficialismo en el Senado de la Nación, como manda la Constitución. Un acto de desconfianza de quiénes deberían darle confianza a los que debieran ser los guardianes de la confianza.
MARX decía que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Los argentinos lo invertimos o combinamos: nuestra tragicomedia fue la declaración festiva del default en el año 2001. Algunos pícaros creyeron que podían tergiversar la ley de causalidad, como qué hacer no tiene consecuencias. De aquellos lodos estos barros, dirían otros. Sólo queda apelara WEBER y su ética de la convicción y de la responsabilidad: no es tiempo de hablar de helicópteros sino de comprometerse con las instituciones, para hilvanar de una vez un futuro.
El conocimiento puede evitar improvisación y atajos
En el sector minero argentino, da la sensación, que se han acostumbrado a asimilar como normal la falta de conocimiento de quienes poseen responsabilidades institucionales políticas y que se han expresado desde el área oficial en los últimos veinte años. Salvo muy honrosas excepciones.
Muchas veces se han criticado desde estas páginas las actitudes informales, desprolijas y malintencionadas de quien ocupara la Secretaría de Minería de la Nación, desde abril del año 2002 hasta 2015. Fueron 13 años de sometimiento amparado en la complicidad y la protección política. Eso sí, nunca el Ing. Jorge Mayoral se animó a ampliar la plantilla de funcionarios, aunque algunos arriesgan que no lo hizo por no tener a quienes convocar. Sólo instaló un puñado de segundones sin trascendencia; pero luego, desde el gobierno de Cambiemos hasta la actualidad, llegaron las subsecretarías, una larga lista de directores y asesores para engrosar una lista que llegó a ser de más de veinte abonados a la trifásica del Estado en cargos políticos de cierta relevancia. Lo triste es que los resultados están a la vista. Mostraron sin tapujos desconocimiento, improvisación y aprendices. Algunos de ellos con títulos universitarios. Seguramente son personas de muy buenas intenciones, pero con precarios resultados.
Que generoso e improvisado es el sector minero que una especialista en residuos llegó a ocupar el primer puesto de la cartera. Pero además, dentro de los asesores actualmente existen hiperprocesados judicialmente por delitos al Estado; personas sin ningún tipo de conocimiento de la industria; reconocidos antimineros en funciones clave dentro del COFEMIN y con una significativa lista de funcionarios que no saben de qué se trata. Eso sí, muchos hablan, y cuando lo hacen, entendemos a las claras del porqué, estamos como estamos.
¿Habrá llegado la hora para que, quienes saben, exhiban logros, preparación y convicciones de desarrollo para llegar a ocupar cargos estratégicos para el sector? Ojalá que, cuando se cumplan los tres meses que pidió a gobernadores y especialistas el nuevo ministro Daniel Scioli, cumpla con su palabra y libere a esta industria de tanta impremeditación espontánea.
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