El pasado 14 de octubre fue un día muy doloroso para quienes abrazamos esta profesión. La lamentable noticia acerca de Marcelo Ranea, un destacado y reconocido reportero gráfico, había partido de este plano existencial golpeó muy fuerte.
Él nos enseñó cómo realizar gran parte de nuestro oficio. Durante cuatro décadas trabajó en distintos medios de la Argentina. Un maestro, un profesional de códigos superiores a los comunes, de entrega y compromiso que trasmitía enseñanzas más allá de la labor periodística.
Marcelo era considerado una gloria del fotoperiodismo argentino. En su larga trayectoria tuvo el honor de haber recibido un Premio Rey de España por una imagen captada en el año 1982, durante el final de la dictadura militar, la cual exhibía a un policía abrazando a una Madre de Plaza de Mayo.
Sacó la foto el 5 de octubre del año 1982 mientras trabajaba para la agencia DyN. Tiempo después comentaba que en esa oportunidad “Las Madres y otras organizaciones de Derechos Humanos armaron la “Marcha por la Vida” que debía terminar con la entrega de un petitorio en la Casa Rosada. Había muchísima gente y la Policía tenía orden de no dejarlas llegar a Casa de Gobierno”, le contaba como detalle. En esa jornada tan recordada hubo amontonamientos, corridas y un instante clave donde él puso su ojo “una fracción de segundo durante la cual se enfrentaron Susana de Leguía, una madre de Plaza de Mayo, y el comisario Carlos Gallone. Ella le pega en el pecho y para pararla en su reacción, el tipo la abrazó durante medio segundo como mucho. Fue una situación muy corta. Yo había empezado haciendo fotos alrededor de este grupo y veo la escena” eso le valió un reconocimiento en diferentes portadas del mundo.
La imagen se transmitió por radiofoto al mundo. Ranea siguió el consejo de hacer copias grandes para todos porque la escena lo justificaba y podía ser tapa. Fue un acierto amplificado: en Argentina Clarín y La Voz la publicaron en portada, en el mundo los imitaron el New York Times y Miami Herald (EE.UU), El País (España) y Excélsior (México), entre otros grande medios periodísticos internacionales.
Como correlato de esa instancia periodística única, la dictadura trató de usar esa imagen como muestra de una presunta “reconciliación”, pero la historia nos cuenta que años después se supo que el protagonista de la imagen, el oficial de la policía Carlos Enrique Gallone, era uno de los autores de la Masacre de Fátima, y por eso condenado a perpetua en 2008 por el asesinato con alevosía de 30 personas cuyos cuerpos fusilados fueron luego destrozados con explosiones de dinamita en el partido de Pilar. Gallone murió el año pasado a los 76 años mientras purgaba una condena a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.
Marcelo Ranea, desde mediados de la década de los noventa, algo cansado del trajín diario que le imponían las agencias, diarios y revistas, decidió independizarse y así liderar una agencia que se ocupaba de fotografiar toda la actividad del automovilismo deportivo. Allí lo conocí y durante tres años compartimos los fines de semana siguiendo al automovilismo argentino de toda la categoría, conmigo solo las carreras de TOP Race, TC 2000 y Turismo Carretera, donde corría el múltiple campeón Guillermo Ortelli. Como sucede en estos casos, se conforman duplas de trabajo. Como me sucedió a mí, era más fácil mi labor cuando él procesaba las fotografías, las remitía a los diarios de todo el país que contrataban su servicio y compartía conmigo historias y anécdotas de familia, trabajo y de su San Juan natal.
Amante de la pesca y de su tierra cuyana, jamás se olvidó de pregonar su “huevón” característico y su incomparable relato de aventuras tras visitar todas las semanas un circuito diferente para efectuar su labor. Lo hacía desde febrero a diciembre. Infaltable, era un integrante de la raza denominada “reporteros gráficos” o fotoperiodista, cuya labor es que se encarga de capturar y crear imágenes para contar una noticia o historia relevante. Pese a que en ocasiones sus imágenes van acompañadas de texto, es la imagen la que juega un papel vital en sí misma. Eso lograba Marcelo. Obtener una pieza única capaz de sobresalir sobre otras cientos. Siempre estaba en el lugar más conveniente desde donde tomar una foto única y ampliamente sobresaliente.
Más allá del trabajo su prioridad era a familia. Amaba lo que hacía, pero más trascedente eran su esposa e hija. Me enseñó que para los trabajadores lo más importante a parte de llevar el pan a su casa era el de invertir en que los hijos estudien “si lo hacés, no te vas a equivocar nunca” me decía. No se equivocó.
Este tipo de almas nunca nos abandonan. Duele y dolerá su ausencia, pero lo importante es que hoy pueda escribirle estas líneas y agradecerle todo, absolutamente todo lo que me ayudó en valorizar el esfuerzo y abrazar el periodismo.
Nos dejó un sanjuanino que jamás, dejó en la General Paz, su tonada y pertenencia. Un gran Maestro. Un enorme ser humano, tan inmenso como profesional y padre.
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