ARGENTINA | 21 de Noviembre de 2024
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Andalgalá: "Los curas de ahora no son como los de antes"

Por Eddy Lavandaio

El diario El Ancasti del 20 de abril pasado publicó una nota en la que decía: …”La Pastoral Social de la Diócesis de Catamarca convocó al diálogo entre los actores vinculados con la minería para intentar ponerle fin al conflicto que existe en Andalgalá por el proyecto Minera Agua Rica-Alumbrera (MARA). En ese sentido, se ofreció a entablar una “mesa de diálogo” para que todas las partes involucradas puedan exponer sus puntos de vista y de esta forma llegar a un entendimiento”.

Toda convocatoria al diálogo y todo intento de resolver conflictos deben ser bien recibidos como gestos positivos para la sociedad. Sin embargo, de la misma lectura no se desprende ninguna iniciativa que indique terciar e involucrarse en la solución del conflicto. Definirse como un simple mediador es como ponerse en medio de las hinchadas de River y de Boca esperando un acuerdo entre ambas. Si ese fuera el caso, la iniciativa podría fracasar.

Quiero destacar una frase de la convocatoria que me parece fundamental: “Se trata de una cuestión en la que está en juego nada más ni nada menos que el cuidado de nuestra casa común y de los que viven y vivirán en ella”.

Cuando hice mi Catequesis, a mediados del siglo pasado, los curas de aquella época me enseñaron a interesarme por los problemas y las necesidades insatisfechas de los pobres, los desposeídos y sus familias.

Bastante tiempo después, trabajando en Buenos Aires, supe de numerosos sacerdotes que llevaban su misión pastoral a los barrios más humildes y se interesaban por las necesidades de las familias que los habitaban con el objeto de procurar o sugerir soluciones para ellos. Entre esos sacerdotes había uno llamado Jorge Bergoglio.

Aunque esto es muy conocido, vale la pena recordar que el Gran Buenos Aires no es la mejor “casa común” para vivir porque es la ciudad más contaminada del país. Sin embargo, aún en esa casa común la prioridad de los sacerdotes era conocer y atender las necesidades de los pobres y otras consecuencias derivadas de la precariedad en la que vivían.
Si volvemos a Andalgalá, debo decir que casi a diario llegan noticias pero en ninguna de ellas nos informan sobre las cosas más importantes a tener en cuenta por cualquier religioso sobre esa ciudad y su región de influencia.

¿Cuántas familias son pobres? ¿Cuántas son indigentes? ¿Cuántos son los desocupados? ¿Cuántos sub ocupados, temporarios y trabajadores en negro hay? ¿Cuántos jóvenes, chicas y muchachos, tienen que emigrar para tener un futuro?

A juzgar por las noticias que nos llegan da la impresión de que nadie se ocupó de esos problemas que deberían ser prioritarios para cualquier comunidad. Y lo más importante de todo es que tampoco he visto ofrecer soluciones para esa clase de problemas.

En la Argentina hubo muchas reuniones, foros, comisiones y espacios de diálogo que solo han servido como entretenimientos para la prensa pero no han solucionado absolutamente nada. Y no sería bueno que la Pastoral Social de Catamarca se sume a esa clase de debates a los que asisten brillantes oradores pero los pobres y los desocupados, que no tienen medios para asistir, se quedan en sus casas esperando soluciones que nunca llegan.
Me gustaría agregar algo sobre la “casa común” que figura en primer término en las preocupaciones de la Pastoral Social.
En 2005 y 2006 tuve oportunidad de dictar cursos de minería en la ciudad de Andalgalá y de esa época guardo ciertos “testimonios” (notas periodísticas, panfletos, etc.) acerca de las supuestas calamidades que estaban ocurriendo o iban a ocurrir en esa zona a raíz de la explotación de la mina Bajo de la Alumbrera. Son muchas y por eso solo haré un breve resumen.
“Todas las arboledas se iban a transformar en troncos secos, las tierras se tornarían incultivables y se enfermarían las personas y los animales en los departamentos aledaños a la mina. Por siglos no habría progreso de nada porque estaría contaminada la tierra, el aire y el agua. Es más, no habría vida y se produciría el éxodo de las poblaciones”.

Hago este comentario porque sería de gran utilidad y aportaría mucho a la evaluación socio económica de la zona, que la Pastoral Social, que dispone de ciertas facilidades logísticas, haga comprobaciones físicas en los departamentos aledaños a Mina Alumbrera al efecto de comprobar y tener datos propios al comparar las calamidades que se pronosticaron y la verdadera situación actual de esas poblaciones.

De esa manera podrán observar que la casa común está igual que antes. Que 21 años de producción minera no le provocaron ningún desastre como algunos habían pronosticado y que no se justifica seguir usando esos pronósticos para impedir la creación de fuentes de producción y trabajo que tanta falta le hacen a Catamarca y al país.

La organización de la Pastoral Social depende de los Obispos y tiene una entidad que la hace respetable para toda la población. Por eso es importante que obtenga datos de la realidad y elabore una opinión fundada para terciar en la búsqueda de un entendimiento, de un consenso que sirva para solucionar la situación de los pobres, desocupados e indigentes y de sus familias. Si las condiciones sociales y económicas de esa gente no se solucionan, todo lo que se haga será un fracaso.

(*) Geólogo. Miembro de la Asociación Geológica de Mendoza

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