Por Silvia Rodriguez (*)
Existió y existe un fuerte compromiso de trabajar con las
comunidades y poblaciones de influencia a los proyectos
mineros, cada vez más las empresas entienden mejor la
importancia de establecer y mantener relaciones con las
comunidades desde las etapas más tempranas e incipientes de la actividad como son la prospección, exploración o
reconocimiento superficial de un área minera.
Este primer contacto que el minero o cateador establece con el medio geográfico es a la vez el primer contacto social o comunitario que permitirá construir una relación cercana, sincera, una comunicación abierta, un conocerse.
Generar estos espacios es de suma importancia ya que las comunidades no esperan que la autoridad dictamine si es adecuada una determinada decisión, sino que buscan espacios donde pueden expresar su opinión o se movilizan
para crearlos.
Hoy la minería entiende mejor los riesgos que conlleva una relación precaria con los actores sociales y las oportunidades que se abren cuando esa relación es constructiva. El ambiente, el territorio, el uso de los recursos, el respeto a su cultura, los beneficios, la consulta, participación y toma de decisiones, son algunos de los temas que empiezan a instalarse con fuerza en las agendas locales. La disposición a participar crece, como resultado se observa un aumento de grupos con interés de participar activamente, en temáticas que antes se limitaban y se postergaban hasta su tratamiento legal o técnico.
Tomar esta iniciativa de generar prontamente espacios de
diálogo, de conocimiento, donde se tomen en cuenta los
intereses y necesidades de los involucrados, permite que se construyan decisiones compartidas, se logra construir consensos más duraderos en torno a las decisiones escogidas lo que repercute en la sustentabilidad del proyecto minero.
Esta interacción nos lleva a re pensar el diseño, las estrategias y las herramientas de la gestión del relacionamiento comunitario, así como las alianzas con instituciones publicas y privadas centrándonos desde la comunidad, hacia un contexto más amplio a nivel región país, dentro de un marco de estándares internacionales actuales, como el de contribuir a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.
De esta manera, la empresa interactúa como un actor más,
comprometido con el bienestar, con el desarrollo integral y sostenible del territorio, generando valor con empleo local directo, desarrollo de capacidades y habilidades personales, empoderamiento de las comunidades, participación activa de las mujeres, desarrollo de negocios inclusivos, desarrollo de proveedores locales, desarrollo de proyectos productivos, creando valor compartido sostenible, dejando esas capacidades transformadoras y de cambio instaladas en las comunidades.
(*) Mediadora. Diplomada en Mediación en Conflictos
Socio – Ambientales