Por el Dr. Alberto Carlocchia (*)
Durante años, la minería tuvo que lidiar con la dificultad de tener un rol secundario dentro de los esquemas de quienes
definen las políticas nacionales. De esta forma, la industria
solo llegaba a tomar un estado público cuando era atacada con cuestionamientos relacionados con temas ambientales.
Hoy en día, cuando se enumeran los sectores productivos con capacidad de ayudar al país en su cruzada por conseguir
divisas y generar desarrollo, la industria minera aparece en la lista corta, junto al campo y los hidrocarburos. Esto se da
porque Argentina necesita volver a crecer y la única forma de lograrlo es impulsando las actividades productivas. Por tanto, se abre una ventana de oportunidad. Pero no equivale a un cheque en blanco. Para transformar oportunidad en realidad debemos estar preparados y a la altura de las circunstancias.
Tenemos la necesidad, pero también la obligación, de generar oportunidades para los hombres y mujeres de
Argentina. Y la forma de construir mejores realidades es
siendo consecuentes con las mejores prácticas. Esa es la línea a seguir. Frente a la pandemia, hemos mostrado nuestra madurez, acompañando a las comunidades, atentos a sus necesidades.
Se optó por las acciones en conjunto, que surgen de interiorizarse en la realidad del otro. La estrategia no fue la dádiva. Fue la planificación junto a la comunidad y las autoridades. La industria ha efectuado colaboraciones por más de 370 millones de pesos para combatir el impacto del
COVID-19. Y esto es más que un número, son camas de hospital allí donde no había. Son respiradores en localidades
donde una complicación era una sentencia de muerte. Son
platos de comida, hogares limpios y herramientas de trabajo.
En el contexto de la pandemia, somos una industria que sigue de pie. Aquí debo reconocer especialmente a los
trabajadores y trabajadoras, que son quienes le ponen el pecho al miedo. A ellos les quiero decir que los estamos
cuidando. Que están en una de las industrias con los más
completos protocolos de bioseguridad, una de las que más
testea, y que más preparada está para actuar en la detección
y prevención.
Y también quiero que sepan que su trabajo es importante, no
solo para la empresa. Para que se entienda su magnitud, hay
que comprender que cuando un yacimiento produce, está
generando trabajo y recursos para las economías locales,
movilizadas a través de las cadenas de proveedores de
productos y servicios. Son cientos de pymes pendientes de los consumos de las mineras, que a su vez se traducen en
empleos, y en bienestar para aquellos hogares que dependen
de este concatenamiento. Por eso seguimos adelante, incluso con todas las dificultades que golpean la producción y que llevan a utilizar solo entre el 60% y el 70% de la capacidad productiva de los proyectos de la minería metalífera e impactando aún con más crudeza en la 2ª y 3ª categoría, que hace enormes esfuerzos por salir adelante.
Pasada la pandemia, seguiremos profundizando el trabajo de relacionamiento con las comunidades, como lo veníamos
haciendo antes de este flagelo. Debemos esforzarnos incluso
aún más, porque la consolidación de la industria no puede
estar cimentada en las necesidades coyunturales. Hoy estamos trabajando a conciencia en los temas sociales,
teniendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las
Naciones Unidas como guía de las políticas privadas de
inversión social minera. Y además, estamos generando apertura y comunicación. Porque la meta es que la minería sea una elección para el país, no una medicina que se toma
por obligación.
Venimos ocupándonos en firme, escuchando, generando
herramientas para propiciar la transparencia y la participación de todos los sectores. Hemos apostado a propuestas internacionales tales como “Hacia una Minería Sustentable (HMS)” o la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI) para propiciar modelos de apertura en pos de la credibilidad. Sabemos que para lograrlo es imprescindible generar vínculos de la población con los proyectos desde el primer día, estar disponibles para el diálogo y brindar información, entendiendo que el otro tiene preocupaciones que pueden ser genuinas. Tenemos que estar presentes para crear lazos confiables y de largo plazo.
Cuando hablamos de definir cómo es la minería que queremos, no nos referimos solo a los mineros. Es una
construcción colectiva, que incluye a las comunidades, a los
trabajadores y trabajadoras, al Estado y al sector privado. Es momento de una conversación madura que ayude a planificar la matriz productiva federal de las próximas décadas.
Tenemos casos de éxito en los que basarnos y ejemplos
concretos. Como Santa Cruz y San Juan. O más reciente,
celebrando la incorporación de Salta como provincia minera metalífera. Las estadísticas muestran que en las provincias donde se consolida la minería las exportaciones se incrementan significativamente como lo vemos en las provincias antedichas o en Catamarca o Jujuy. Vemos que el empleo privado crece a tasa más veloz que en otras provincias y el nivel general de salarios se ve incrementado, al tiempo que la industria minera representa una porción importante del empleo privado registrado, superando incluso a otros sectores que son tradicionales generadores de empleo. Y lo positivo es que esto se puede replicar en otras provincias para mejorar la realidad de miles de argentinos y argentinas.
A lo largo del país, allí donde hoy en día no llegan otras
industrias. Porque la minería es la industria federal por excelencia. Hoy vemos en el Gobierno nacional una orientación muy marcada hacia la producción. Y se necesitan divisas para motorizar una Argentina productiva. Dentro de los sectores exportadores, la minería viene oscilando entre el cuarto y sexto lugar, con un enorme potencial a partir de los recursos geológicos disponibles. Por eso, tenemos la obligación de proponer alternativas para que nuestro país genere las condiciones esenciales para que lleguen las inversiones.
Y encontrar los consensos necesarios que pongan fin a
prohibiciones injustificadas. Confiamos en que Chubut y
Mendoza puedan sumarse a este afán de diálogo y dar lugar
a nuevas opciones para su gente. Desde ya, el crecimiento de la minería depende de varios factores. Entre ellos se destaca la necesidad de un contexto de reglas claras en materia minera, tributaria y ambiental, y un marco jurídico receptivo hacia la inversión. Si el país no genera competitividad y confianza, las inversiones se destinarán a los otros países con los que competimos. Me gustaría aclarar que la competitividad a la que nos referimos es la que se logra a partir de estrategias de colaboración y asociatividad entre los actores de nuestra industria. Involucra a los gremios, a los proveedores y al Estado en un trabajo con visión de conjunto. Es un logro que debe repercutir positivamente en el quehacer de todos para movilizar las sinergias constructivas.
Pensando desde una visión más amplia, Argentina precisa una ley de promoción de grandes proyectos de inversión, que incluya también otros sectores productivos, para que todo aquel proyecto con miras a concretarse disponga de un marco jurídico, tributario y cambiario adecuado. De esta forma, se logrará apuntalar los desarrollos que impulsen
producción, empleo, generación de divisas y bienestar para
la población.
Y a la vez, debemos cuidarnos de las falsas expectativas y las promesas vacías. Cuando hablamos de duplicar o triplicar las exportaciones mineras en la próxima década, lo hacemos sabiendo que detrás de esos 10.000 millones de dólares anuales que en potencia podremos exportar, hay cientos de debates académicos y populares, hay inversores que apuestan por el país, hay un gremio y su gente que suman su dedicación y compromiso, hay políticas de Estado nacionales y provinciales, y hay comunidades con ganas de crecer y desarrollarse. Y todos tenemos que hacer las cosas bien, porque esta ventana de oportunidad que se abre es sensible a los errores o las mezquindades. Es hora de que prime el sentido común. No podemos seguir discutiendo si hacemos o no minería. Discutamos cómo hacer la minería que necesita el país. Es momento de una conversación madura que ayude a planificar la matriz productiva federal de las próximas décadas.
Aquí, quiero aprovechar para destacar el rol de los medios de comunicación, que también tienen su papel en el proceso. Desde el sector tenemos la responsabilidad de llegar a ellos
en forma clara, abierta. Generando información, estando
presentes. Si no ocupamos este lugar, lo ocuparán quienes se oponen a la minería.
Por ello considero que los medios del sector deben ser
nuestros aliados estratégicos en este sentido y que también
tienen responsabilidad en ayudar a la sociedad a entender la
realidad minera objetivamente. El diálogo sincero y maduro
entre nosotros es el camino y la confianza recíproca es el idioma. No perdamos ni desperdiciemos ese rumbo. En esta ocasión y con emoción me toca reconocer a Prensa GeoMinera por las 250 ediciones cumplidas, el primer medio minero que me entrevistara hace más de 18 años. Toda una vida. Pero para concluir quiero reafirmar que el gran desafío hoy es cómo hacer “minería argentina”: Construir un modelo
minero argentino a partir de una visión actual y compartida.
En ese esfuerzo no podemos dejar de darnos cuenta de que
el país no está en condiciones de desechar ninguna actividad
productiva. Argentina requiere una agenda federal centrada
en brindar igualdad de oportunidades y de crecimiento, y
bienestar. La minería debe ser un actor clave dentro de esta
agenda.
Hoy tenemos la posibilidad de generar un cambio histórico.
Esto no significa que de un día para el otro nos vamos a
convertir en un país minero. Pero sí, que dando pequeños
pasos en firme, la industria podrá ser protagonista de las
décadas por venir. Es nuestro deber hacerlo por el país y por
nuestra gente.
El gran desafío hoy es cómo hacer “minería argentina”.
Por el Dr. Alberto Carlocchia (*)
(*) Presidente de la Cámara Argentina de Empresarios
Mineros