Por el Dr. Carlos Manuel Campolongo
A lo aleatorio de la vida, la existencia humana contemporánea no tuvo más remedio que comprometerse con un hecho excepcional y para el cual no estábamos preparados integralmente ni individual, ni colectivamente. Este año 2020 y el brote pandémico del Coronavirus ninguno de nosotros lo hubiese imaginado años atrás. Sí, hemos
acumulado experiencias de crisis económicas, financieras.
También fracasos políticos por errores, concepciones muy individualistas o ausencia de un proyecto integrador claro y explícito de Nación. El gobierno que asumió en diciembre pasado parece que tampoco despliega políticas en ese sentido, si bien heredó la deuda externa e interna más cuantiosa de nuestra historia, que ni la dictadura había alcanzado, se viralizó la impensada pandemia. El Coronavirus paralizó gran parte de la actividad económica
originando una serie de problemas algunos de los cuales el
gobierno pudo contenerlos con ayudas especiales. La pandemia, en cambio, no puede ceñirse a un significado acotado de crisis o gobernabilidad. La naturaleza o la
manipulación genética o el big pharma, los grandes laboratorios, – ¿alguna vez podremos acercarnos más a la
verdad del origen o existencia de manipulaciones genéticas?
- y los medios de comunicación hiperinformaron infinidad
de noticias, que muchas veces se contradecían unas con
otras en cuestión de horas. Esta epidemia desató miedos de diversa índoles; no sería desatinado que en muchas ocasiones se incurría, queriéndolo o no en la desinformación. Miedo a esa enfermedad invisible, el contagio y en última instancia a la vulnerabilidad y finitud de la vida humana. Una pandemia, por primera vez, de alcances y amenazas globales. Sus efectos positivos llevaron a cierto repliegue sobre nosotros mismos. Si hasta recambiamos obligadamente ciertas formas que constituyen vínculos sociales, afectivos o interacciones públicas y privadas. El encierro y el riesgo configuran sociedades en donde la esperanza está puesta en un cierto retorno a la normalidad. Sin embargo, esas introspecciones han influido en nuestras “filosofías” y condiciones de vida cuyas modulaciones nos son bastante inciertas al momento de escribir estas líneas.
Así, en nuestra infancia el juego nos socializaba. Pero en la pos pandemia todavía no se estudian, por lo menos en ciertos países como el nuestro, con hondura, los efectos
profundos en el psiquismo. Ejemplo: niños de cuatro o cinco
años presos de una fobia a “salir a la calle”. Esto obligaría a pensar como aligerar esos traumas. Casi una necesidad de un proceso de resocialización.
Escribo estas líneas con mucha dedicación hacia los lectores
de este medio porque hace años vengo colaborando como
docente con el proceso de la actividad minera. Tengo muy presente en mi memoria los cursos de formación con
dirigentes del gremio de AOMA que conduce el compañero
Héctor Laplace, preocupado siempre por hacer progresar la
mejor formación para trabajadores y dirigentes.
Esos destinos impensados que tiene la vida me acercaron
a un gran amigo periodista, Claudio Gutiérrez, director de
esta publicación desde hace muchísimos años. Dieciocho
años de existencia y 250 números editados y distribuidos. Con él diseñamos y propusimos a diversos actores de la
industria y de la academia cursos integrales que abarcaran
desde la historia argentina, el ejercicio de la política y la acción gremial hasta los grandes desafíos de las sociedades
actuales. La persistencia de Claudio fue y sigue siendo hacer visible, divulgar en nuestra sociedad, todo el proceso de relacionamiento con nuestros recursos mineros y el cuidado del ambiente.
Por supuesto para nosotros lo argentinos y para todos los hombres y mujeres del mundo que quieren habitar en nuestro suelo el desafío, el temor, el cambio de rutinas y costumbres es una experiencia nunca atravesada bajo estos modos y condiciones excepcionales. Y, también, decíamos, sin certezas sobre cómo evolucionará y las huellas que deja en nuestros seres queridos, familias, amigos y amigas y en
nosotros mismos.
No obstante, bajo estas condiciones, se hace más necesario
en este contexto no bajar los brazos y siento una gran alegría de asociarme para celebrar las 250 ediciones de esta publicación que muchas veces he acompañado. Sobre todo en nuestro país muchas veces inestable no es sencillo festejar 18 años de existencia de Prensa GeoMinera. Por eso y mi amistad de años con su director Claudio Gutiérrez no solamente merece felicitaciones sino que deseo estimularlo para que siga difundiendo la actividad. Claudio es un “periodista de ley”, intuye lo que es una noticia y es un incansable buceador e investigador en la actividad minera y
el cuidado del hábitat.
PRODUCCION MINERA PARA UN DESARROLLO DE
PROGRESO Y EQUIDAD
Nuestro país recuperó en 1983 la democracia y el estado de derecho. Fuimos capaces aun ante crisis muy severas de darle continuidad a la vida institucional y democrática. Cabe recordarlo porque hay generaciones nuevas y se piensa, a veces, que la historia ya no ilumina nuestro presente. Este es un punto interesante que invita a pensar cómo las generaciones preocupadas por los problemas de su comunidad pueden generar una continuidad en sus recambios. En donde el campo permite una transmisión y trabajo conjunto entre distintas generaciones. Eso es, en otras palabras, cultura política y no mera politización ideologista o polarización. En mi opinión es una costumbre
maníaca negar la complejidad de los procesos históricos;
pensar que lo que hoy tenemos que vivir no tiene relaciones
con acontecimientos anteriores. No es esto aferrarse sólo el pasado, es pensar en cuáles fueron los comportamientos de todos pero especialmente de aquéllos que tienen más
responsabilidades en la toma de las grandes decisiones
nacionales: los dirigentes de distintos ámbitos. ¿Qué son políticas, económicas productivas, de desarrollo, de cohesión social. De aquello común que nos da una continuidad como comunidad. Objetivos, esfuerzos, principios de justicia social. Sobre todo cuando a partir de avanzada la década del 80 se diluye la dimensión social de los estados y se impone una visión egoísta y codiciosa que funda una ideología del “descarte” de la persona como lo advirtió el Papa Francisco. Así es que hoy nos dificulta entender en estos tiempos cómo llegamos a que casi la mitad de nuestros hermanos vive en la pobreza y la indigencia. El eslogan que se replica desde los años 80 – comienzo de la llamada revolución conservadora o neoliberalismo, según interpretaciones – martillaba con el de “no hay otro camino.
Lema predilecto de la primera ministra inglesa Margaret Thatcher (“la sociedad NO existe, sólo el individuo”). En nuestro país las irradiaciones de esa concepción socio económica impuso una agenda de privatizaciones, desregulaciones de mercado, En particular de servicios públicos que debieron ser privatizados y financieros. Eran los “noventa” y se conocieron como “Consenso de Washington”. Los gobiernos debían seguir esas doctrinas. Los caminos son variados y hay que buscar el consenso y la unidad nacional para acordar al menos en qué valores y principios nos instituye como argentinos. Citaba recién la importancia atribuida a la formación educativa. Hoy vivimos lo que muchos llaman la sociedad del conocimiento o de la información. El conocimiento es resultado de un cúmulo de cuestiones: capacidad de observar, comparar experiencias, poder ir desde lo concreto a lo abstracto que significa el uso de palabras, frases, pensamientos, etc. Y en el mundo contemporáneo con el auge de la nuevas tecnologías el complemento con los significados de las imágenes. Sería muy extenso abordar en este problema, pero sólo quiero dejar un atisbo de preocupación: ¿el conocimiento o, aún la información por sí mismas nos aseguran estar bien informados? O ante la sobreexposición a los nuevos dispositivos se confunden las cosas. ¿Sabremos distinguir lo verdadero de lo falso? Nuestras condiciones y límites no habilitan a procesar adecuadamente tanta información de tal manera de que no llegamos a distinguir lo importante de lo banal. La información inadecuada, dice el profesor Giovanni
Sartoria puede presentarse bajo tres formas a) como omisión. Aquello que se “silencia” adrede por algún interés o porque el comunicador no está en condiciones de abordarlo b) como subinformación y c) como desinformación. Y recuerda el pensador italiano en el homo videns lo visible condiciona y monitorea a lo invisible. En el homo sapiens que lo precedió era de otra manera: el pensamiento no sólo condicionaba lo visible, sino que saltaba más allá, se adelantaba. Hasta hace unos 60 años, la relación de lo visto con lo conocido era aproximadamente de 10 a 90; ahora esta relación podría estar invertida en 90 contra 10. De la misma manera nuestro mundo mental, nuestro mundo simbólico, su posibilidad de expresarlo se está encogiendo, se está volviendo cada vez más pequeño.
Remarco este aspecto porque la educación en su sentido
más amplio siempre nos invita a observar la realidad con los menores prejuicios posibles, los acontecimientos de nuestra historia y también los conocimientos específicos de una actividad. Nuestro país está atravesando momentos difíciles no solamente por la pandemia sino por vulnerabilidades estructurales que nos llevan una y otra vez a los mismos problemas, buscando las mismas “recetas” y con el fracaso como estación final. Un país que en 1976 casi no tenía
desocupados y la deuda externa cercana a los 5 mil millones
de dólares. Éramos un país que tenía un visión de desarrollo,
que pudo sustituir importaciones y no quedarse solamente
en la producción de la agro industria. Argentina cuando derrocan al general Juan Domingo Perón tenía casi 50 mil kilómetros de vías férreas, se fabricaba locomotoras, y vagones. La red ferroviaria fue paulatinamente desguazada aislando ciudades y pueblos. Y hasta se llegaron a importar durmientes de cemento hechos en China que se rompían.
Hoy en el Siglo XXI con las transformaciones que ha experimentado nuestra sociedad en los planos social, económico, político y de las comunicaciones sumado al aumento de la desigualdad social: o sea no estamos donde esperábamos, ni somos quienes creíamos. Hace falta
estudiar los problemas de la demografía social (mitad de la población se concentra en el área metropolitana) con las
consecuencia de falta de servicios, hacinamiento, etc.
La historia de la Argentina no ha terminado, depende de nosotros, de comprometernos en la cosa común, de mejorar la calidad de dirigentes, de tener mejores ideas y conductas honestas, de reconstruir un Estado eficiente que detecte posibilidades de un desarrollo humano por lo cual la educación y habilidades nos permitan una acción perdurable
en los proyectos que se planifiquen.
(*) Periodista - Escritor - Académico y Abogado.