En la Argentina, o como sucede en cualquier país instalado en esta parte del hemisferio, las externalidades de un proyecto minero no son exhibidas como un valor de incidencia social y de progreso para aquellas zonas ubicadas en las inmediaciones de un proyecto minero metalífero.
Conocer su impacto, es un valor esencial en sí mismo. Trasciende la contribución en las cifras agregadas de la economía ya que contribuye a construir un análisis del espacio territorial y del desarrollo humano en donde se extraen minerales.
Es imprescindible volver, como sucedió hasta el años 2003, en poner en valor, documentando por organizaciones no gubernamentales ni empresarias, caso universidades públicas, evidenciar desde el inicio cómo, dónde y cuándo se realizan obras que son las externalidades de un emprendimiento minero que a la vez resulta un beneficio adicional para la zona donde se radican las inversiones.
Referirse a las externalidades de un proyecto minero significa identificar y cuantificar como incide en la sociedad el trazado de un camino, una red de electricidad, un canal de riego u obras publicas que se cimientan para una industria, pero que a la vez, potencializa a la industria cuando son alcanzadas por la comunidad. Estas inversiones no son un simple costo, se transforman en un bien público que debería observarse como parte del proceso de puesta en valor de la importancia de una industria.
Los desenlaces sociales que son alcanzados por estas obras deberían ser imprescindibles para reforzar la pobre imagen pública de esta industria. Existe una necesidad de que la sociedad sepa de ello y comprenda los efectos que producen. Reconocer esta instancia es de sumo valor y consolidarían el relacionamiento entre sociedad y actividad productiva.
La opinión pública debe comprender que la actividad extractiva minera se desarrolla básicamente en zonas rurales inhóspitas. Desde donde, el arribo de grandes capitales para la extracción de minerales, demanda una alta calidad de servicios, por lo cual, la no existencia de los mismos exige que se construyan nuevas infraestructuras, que, hasta la llegada de las mineras, eran inalcanzables.
Vale destacar que en la Argentina, por ejemplo, durante el proceso de construcción de la planta industrial de Minera Alumbrera, solamente el trazado eléctrico construido para el yacimiento benefició a las provincias de Tucumán y norte de Catamarca. En concreto, el faraónico trazado que unió San Miguel de Tucumán con el Bajo de la Alumbrera, sumó infraestructura básica para las comunidades de Tafí del Valle, Amaincha del Valle, San José y Santa María. El beneficio adicional que trajo la energía para la extracción de minerales, fue el cambio de conectividad para las ciudades nombradas a los efectos que el sistema eléctrico se integre definitivamente a otro de óptima calidad.
El aporte macroeconómico de la minería es significativo. No obstante, persisten cuestiones que se encuentran subvaloradas y que deberían ser reconsideradas.
Hasta hace quince años, mencionar la lista de externalidades era una constante, y las mismas eran avaladas por investigaciones académicas de universidades nacionales.
De pronto las cuestiones políticas de esos tiempos comenzaron a presionar para que se hablara de sueldos y generación de empleo, pasando a segundo plano otros aportes que eran en definitiva, lo que iba a superar la vida útil de los yacimientos como es el caso de las obras de beneficio público.
Hoy habría que volver a reutilizar la palabra externalidad. Algo que los nuevos servicios de difusión no incluyen debido a que no conocen la mismísima historia de los hechos.
¿Qué es lo que se quiere reafirmar? Que las externalidades de un proyecto son tan importantes como la contratación de mano de obra o los salarios que perciben los trabajadores, y si se quiere cuantificar socialmente, se descubrirá que esa obra sigue en pie aún cuando un proyecto minero cesa su explotación.
Podemos sumar como elementos de trascendencia lo ocurrido con la extensión eléctrica realizada por el proyecto Gualcamayo; las obras viales de la ruta 40º la conectividad por el mismo proyecto en San Juan. De la misma forma que podemos citar el aporte económico de Newmont para en trazado eléctrico que llegará hasta los Antiguos o como sus inversiones en salud, educación y conectividad en la localidad de Perito Moreno.
El fomento de la difusión de las externalidades no debería interferir lo que se realiza en materia comunicacional como sucede con todas las mineras metalíferas en los aspectos de educación, cultura, deporte, acción social o como sucede actualmente, en forma contundente, ante la presencia del COVID 19.
Una de las críticas a la minería es “el se llevan todo no dejan nada”. Aquí se ha documentado que hay cuestiones que quedan y no se van más. De la misma forma que sucede con los grandilocuentes montos de inversión. Hacer hincapié en ello es quitar argumentos hostiles. Ya que a la creación de puestos de trabajo; salarios dignos y registrados; aportes extraordinarios a la sociedad; pago de impuestos y regalías, la creación de Pymes para el suministros de bienes o servicios que impulsa gradualmente la industria, en la mayoría de los yacimientos existen externalidades que satisfacen necesidades de infraestructura básica. Las que significan sumas millonarias, muy escasamente reconocida por la sociedad.
Reforzar la construcción de un mensaje prominero necesita concientizarse de los verdaderas fortalezas que llegan, se realicen y aprovechan en cada yacimiento.
Muchas veces la falta de un plan de comunicación es inviable desde la no concepción de la importancia de algunos hechos, los cuales por obvio, pasan desapercibidos o no se comprenden en su totalidad.
Al no tener la minería conciencia social plena, podemos citar, por fuerte que suene, que no se recordará al yacimiento Veladero por la creación de recursos económicos genuinos o la gestación de una profunda transformación económica en San Juan a partir del año 2003. Siempre resonará por “la contaminación de ríos con cianuro”, producida en el año 2015. Hay tarea para realizar.
Prensa GeoMinera