ARGENTINA | 03 de Mayo de 2024
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03 de Mayo de 2024
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BUENOS AIRES

De los años perdidos en esta industria a la pandemia ¿y ahora?

El geólogo y abogado Fabio Casarin expresa su postura en relación a la industria minera nacional.


Por Favio Casarin (*)

Nos aproximamos al Día de la Minería, en conmemoración ala primera Ley de Fomento Minero sancionada por la Asamblea del año 1813. Aquellos hombres, que formaban parte de una incipiente nación que aún no se había independizado de la Corona Española, entendieron lo que dos siglos después aún les cuesta entender a los legisladores actuales y a gran parte de la población: Que la independencia no significa únicamente que pueda flamear nuestra bandera en el territorio de la Patria. Es mucho más que eso, es nada más y nada menos que ser poseedores de una soberanía económica, que no puede lograrse sino a través del aprovechamiento de nuestros recursos, en el momento adecuado.

Muestra de ello, es lo que observamos por estos días: la caída del precio internacional de los commodities, entre ellos las sustancias minerales, manifestada de forma aún más estrepitosa en el barril de petróleo cotizando hasta en valores negativos. Lo que indica, y debiera ser un llamado a la reflexión, que la riqueza de los recursos naturales no hay que producirla cuando los pueblos lo deciden. Lo inteligente es estar preparados para el aprovechamiento de los mismos en las mejores circunstancias, de las cuales varias hemos dejado transcurrir inmersos en discusiones estériles mientras el país se hundía cada vez más en un abismo socioeconómico sin precedentes, previo a la pandemia.

Seguramente es la primera vez que se celebra este aniversario en el medio de una pandemia y cuarentena, que está paralizando la economía del país efecto de las dificultades de las empresas para sostenerse en pie, de la pérdida de trabajo, y de la disminución de salarios. Verdad absoluta, incontrastable.

Lo que resulta completamente falso, es que el estancamiento de la industria minera tenga su raíz en la pandemia. Y más que falso, ya rayando con la hipocresía, es afirmar que está incidiendo en la exploración y desarrollo de nuevos proyectos de minería metalífera (o de la llamada “megaminería”, término instalado con éxito por los antimineros y repetido a menudo hasta por propios referentes de la industria).

Lo cierto y real es que la industria minera referida a nuevos proyectos metalíferos se encuentra paralizada desde hace 10 años como mínimo, y no tuvo ni tiene que ver con ello pandemia alguna, adelantándome a lo que seguroescucharemos próximamente de boca de los expertos como excusa en foros, seminarios y disertaciones varias.

Si padecemos, pero fruto de lo que supimos conseguir, una epidemia minera que asola a la Argentina, y que encuentra en estos 10 años, solo escasas excepciones, como puede ser Cerro Negro en Santa Cruz y algún proyecto de Litio en el NOA. San Juan, emblema minero del país, no han puesto en marcha ningún proyecto metalífero en la década. Los proyectos actualmente en desarrollo en el país, pertenecen a estudios del siglo pasado, que comenzaron a producir durante los dos primeros lustros de este siglo.

Por ello, este nuevo aniversario del Día de la Minería, nos encuentra por un lado celebrando a la madre de todas las industrias, pero también padeciendo el primer aniversario de la década perdida en minería.

¿Qué pasó?
En la década pasaron tres gobiernos nacionales, que implican en apariencia tres gestiones distintas en materia minera (2010-2015; 2015-2019 y 2019-Actual). Solo en la forma, en nombres y denominación de cargos. En los hechos concretos, no se observó ningún cambio de fondo, ni política de fomento o sustento efectiva. La gestión minera careció de autonomía, y de a poco cayó transformada en una oficina administrativa productora de estadísticas, cuya mayor decadencia se observó en el período 2018-2019, donde hasta perdió el rango político de Secretaría en cabeza de personas sin especialidad en la industria. No se pudo ni sostener el mínimo de seguridad jurídica que la misma legislación brinda, y en repetidas oportunidades se hemos visto aplaudir el desfiledel cajón conteniendo la Ley de Inversiones Mineras, aumento de retenciones, derechos de exportación, trabas a las importaciones, creaciones de impuestos provinciales a la “riqueza o al inmueble minero”, por citar algunos.

Es cierto que es escaso el tiempo de la gestión actual para emitir un juicio de valor, pero también lo es que ya el tiempo se cuenta por horas, y en la post pandemia si no aparecen políticas y acciones directas, concretas, e inmediatas, se corre el serio riesgo de profundizar la caída, a sabiendas de que la competencia de otros países se preparará para actuar con mayor agilidad.

La anquilosidad desde el Estado, se transmitió y terminó por enmohecer a la dirigencia empresaria, que terminó transitando y acompañando el mismo camino, traducido en un discurso poco convincente, repetitivo, defensivo, que jamás logró torcer la voluntad de ninguna de las provincias con legislación antiminera. Lo sucedido en la Provincia de Mendoza, donde en un plazo de 10 días se derogó una ley antiminera y luego los mismos legisladores la pusieron nuevamente en vigor, fue la síntesis de una carencia absoluta de plan comunicacional, de falta de previsión, de timing. Este grotesco surrealista, le puede costar a la industria años, hasta que se presente una oportunidad tan favorable.

Los profesionales y consultores, nos hemos limitado en la carencia, a prometer encontrar el atajo a los fines de sostener clientes interesados en proyectos. Como en una especie de “ley seca minera”, la venta de influencias en la prohibición, en algunos casos rindió más frutos que el desarrollo, conformando una cofradía cerrada de influyentes.

¿Qué debería cambiar?
La premisa es hacerse cargo y reflexionar de que el primer cambio debe ser interno. La culpa de haber perdido 10 años de desarrollo minero no es ni de los antimineros, ni de la pandemia. La responsabilidad de este fracaso colectivo es propia. No es cierto que la gente no escucha, o es ignorante, o el discurso antiminero prende más fácil, entonces se torna imposible lograr la tan ansiada licencia social. La gente entiende perfectamente, el error comunicacional es del emisor.

Desde la consigna del párrafo anterior, entender que utilizar los mismos métodos que han fracasado, conducirá inexorablemente almismo resultado negativo. No existe ninguna posibilidad de que la minería metalífera crezca de esta manera. Venderlo así, ya no es ni utópico ni ingenuo. Es una estafa.

Existe un camino de largo plazo para torcer el rumbo, que es la educación y comunicación minera. Llevará un mínimo de otros 10 años el impacto, y dirigido por los mismo actores, diagramadores y comunicadores de los 10 años perdidos, es poco probable un efecto favorable, aunque debiera intentarse, sobre todo pensando que nos ayudará la biología, y se producirá un paulatino cambio generacional de los emisores.

Existe un camino de más corto plazo, que debe acompañar al anterior. Y es la intervención del Estado de modo positivo, además de legislando y promoviendo, creando una Empresa Minera Nacional. Dotada de un capital accionario mixto (Estado más inversión privada), con régimen de sociedad anónima. Es lo único que en el corto plazo puede generar confianza, la responsabilidad directa del Estado sobre un proyecto minero, que permita al mismo asociarse con los titulares de los derechos mineros en las distintas provincias con portfolio de proyectos que ya son conocidos y de rentabilidad asegurada.

Una Empresa Minera Nacional senior, dotada de recursos técnicos y profesionales con capacidad operativa. No confundamos este rol con el de las llamadas empresas provinciales mineras, que solo son apéndices burocráticos de la autoridad minera provincial.

¿Esta propuesta significa estatizar la minería? Aumentar el empleo público?; Otra empresa más bajo el subsidio del Estado?: De ninguna manera. El Estado ejercerá el control accionario bajo un régimen de funcionamiento de empresa no estatal. Pero ese control es el que permitirá generar la confianza, el sentido de pertenencia. La insignia que esté al frente del proyecto.Como aquellos hombres del Año XIII, el Estado está llamado nuevamente a cumplir un rol trascendental.

(*) Geólogo y Abogado
(Prensa GeoMinera)

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