Argentina despunta en la minería de níquel, clave para baterías de vehículos eléctricos. ¿Cuál es el potencial económico? ¿Y los desafíos?
En un mundo impulsado por la transición energética, el níquel se consolida como un pilar estratégico para la economía global. Aunque Argentina no figura entre los gigantes mundiales del níquel —como Indonesia o Australia—, hallazgos y proyectos recientes posicionan al país como un actor emergente en este mercado en 2025.
Una ventana de oportunidad
Actualmente, la mayor parte del níquel se destina a la fabricación de acero inoxidable. Sin embargo, el gran cambio viene por el lado de las baterías eléctricas, cuya demanda crece sin freno. También es vital en turbinas eólicas, centrales geotérmicas (generan electricidad con el calor terrestre) y producción de hidrógeno.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) calcula que el consumo global de níquel pasará de más de 3 millones de toneladas en 2023 a más de 6 millones en 2050.
Asimismo, con la demanda proyectada para aumentar un 40% hacia 2030 -impulsada por el auge de los VE, nuestro país tiene una ventana de oportunidad para diversificar su matriz exportadora, tradicionalmente centrada en litio y cobre.
A pesar del potencial, la minería de níquel enfrenta retos significativos. La extracción de este mineral es intensiva en energía y puede generar impactos ambientales, como la contaminación de suelos y agua, si no se gestiona adecuadamente.
Además, la falta de infraestructura y la necesidad de tecnología avanzada para procesar níquel de alta pureza son barreras que requieren inversión estatal y privada.
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