Por Favio Casarin - Geólogo y Abogado
Profesor de Derecho de los Recursos Naturales
La búsqueda de inversiones en proyectos mineros se ha convertido en un tema de suma importancia para países como Argentina, que cuentan con vastos recursos naturales. Sin embargo, en un escenario global competitivo, es esencial para los países con recursos desarrollar un entorno atractivo que incluya no solo seguridad jurídica, sino también regímenes de incentivos fiscales, cambiarios y aduaneros. En este contexto, la República Argentina ha dado pasos significativos mediante la Ley 24.196 de Inversiones Mineras, sancionada en 1993, y fortalecida en el presente año con la implementación del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI).
El RIGI propone un atractivo marco de incentivos para aquellos proyectos de inversión que superen los USD 200 millones, con el objetivo de estimular la llegada de capitales extranjeros y fomentar el desarrollo sostenido en la industria minera. Sin embargo, a pesar de los beneficios introducidos, los inversores no solo centran su atención en la seguridad jurídica y en los incentivos; también consideran cuál será la mejor fuente de financiamiento para llevar a cabo sus proyectos . La experiencia reciente en Argentina revela que, hasta el momento, la exploración, la construcción de plantas de procesamiento de minerales y la explotación minera han dependido predominantemente de tres fuentes fundamentales de financiamiento: el capital propio del propietario del proyecto, los préstamos intercompanies, y los créditos bancarios.
Un aspecto notable de esta situación es la ausencia del mercado de capitales local en el proceso de financiamiento de la actividad minera . En comparación, otras industrias extractivas que requieren inversiones millonarias, como la petrolera y la gasífera, han sabido capitalizar esta herramienta de financiamiento de manera más efectiva. Esta cuestión plantea una interrogante clave: ¿cómo puede Argentina desarrollar un mercado de capitales de riesgo local que satisfaga las crecientes necesidades financieras de la industria minera?
La respuesta a esta pregunta es compleja y multifacética. Para pensar en el establecimiento de un mercado de capitales de riesgo que atienda la actividad minera, es imperativo contar con instrumentos y regulaciones que recojan las mejores prácticas internacionales, adaptándolas a la cultura y las necesidades locales. La experiencia de países como Canadá y Australia, donde se han desarrollado mercados de capitales robustos y especializados en el sector minero, ofrece un punto de partida valioso. Estos países han logrado atraer inversiones masivas gracias a un entorno regulatorio claro, una infraestructura adecuada y la existencia de organizaciones que facilitan la conexión entre los inversores y los proyectos mineros.
En Canadá, por ejemplo, el sistema de financiamiento de la industria minera está intrínsecamente relacionado con su mercado de capitales. Las bolsas de valores canadienses, como la TSX (Toronto Stock Exchange), son reconocidas mundialmente por facilitar la entrada de pequeñas y medianas empresas del sector minero en el mercado público. Este tipo de conexión ha permitido la consolidación de un ecosistema de capital de riesgo que financia desde la fase de exploración hasta la producción, ofreciendo a los inversores una variedad de opciones para diversificar su cartera y mitigar riesgos.
Por otro lado, Australia ha sido pionera en la creación de fondos de inversión dedicados exclusivamente a la minería, lo que ha proporcionado a los inversores la oportunidad de participar de manera más estratégica en el desarrollo de proyectos mineros. Además, la clara comunicación sobre los requisitos regulatorios y los incentivos disponibles, junto con el apoyo de instituciones públicas y privadas, ha fomentado un ambiente de confianza entre inversores y emprendedores del sector.
Si Argentina aspira a emular estos modelos exitosos, deben implementarse acciones concretas que incluyan la creación de plataformas de financiamiento específicas para la minería, así como la promoción de la educación financiera entre los actores del sector. Esto abriría una puerta a nuevos inversionistas, incluidos aquellos interesados en capital de riesgo, que buscan no solo rentabilidad, sino también sustentabilidad y responsabilidad ambiental en sus decisiones de inversión.
El mercado de capitales es un fascinante universo donde las empresas pueden explorar una variedad de herramientas financieras para financiar sus proyectos productivos y expandir sus horizontes. En el corazón de este ecosistema se encuentra la ampliación de capital, un proceso que puede realizarse mediante la emisión de acciones. Al ofrecer parte de su propiedad a nuevos inversores, las compañías no solo obtienen los recursos necesarios, sino que también fortalecen su presencia en el mercado.
Recientemente, la Comisión Nacional de Valores (CNV) lanzó la RG N° 1020, por medio de la cual se modifica la normativa del Régimen Especial de Doble Listado de Empresas Extranjeras, suprimiendo ciertos requisitos con el objetivo de incentivar el interés de emisoras extranjeras para cotizar sus acciones en el país. La oportunidad, es hoy.
Por otro lado, la emisión de deuda a través de obligaciones negociables se presenta como una opción atractiva. Las empresas pueden captar fondos sin diluir la propiedad existente, permitiendo a los inversores recibir intereses a cambio de su capital. Pero más allá de estas alternativas clásicas, el mercado de capitales también ofrece instrumentos como los bonos convertibles, que combinan características de deuda y capital, o las participaciones preferentes, proporcionando a los inversores un flujo de ingresos fijo y prioritario.
Además, instrumentos derivados, como opciones y futuros, permiten gestionar riesgos y especular sobre movimientos de precios, brindando aún más flexibilidad. Cada herramienta financiera, con sus particularidades, convierte al mercado de capitales en una plataforma dinámica y esencial para el crecimiento empresarial.
Los FCI (Fondos Comunes de inversión), por su parte, posibilitan a pequeños y grandes inversores diversificar sus activos en el sector minero, facilitando el acceso a proyectos promisorios. ¿A quién no le interesaría, aún disponiendo de un pequeño capital para invertir ingresar con cuotapartes en un FCI con cartera en proyectos mineros?. Con rendimientos que superan la inflación, estos vehículos de inversión se convierten en una opción atractiva para quienes buscan proteger y hacer crecer su capital. Sumado a los ETFs (Exchange Traded Funds) locales, que hoy se pueden operar como CEDEARS.
Así, al combinar estas herramientas financieras con una estrategia clara, el mercado de capitales en Argentina puede convertirse en un motor impulsor del crecimiento sostenible en la industria minera, ofreciendo un horizonte lleno de posibilidades.
El año 2024 se presenta como un período apasionante para los inversores en Argentina, donde el mercado de capitales ha mostrado un dinamismo sorprendente. Las acciones han experimentado un repunte notable, impulsadas por una recuperación de la confianza económica y la estabilidad política que muchos anhelaban. Empresas líderes, especialmente en el sector tecnológico y energético, han reportado cifras récord, capturando la atención de inversores tanto locales como internacionales. La minería, no puede darse el lujo de desaprovechar estas oportunidades.
En un mundo donde la confianza se ha convertido en un recurso tan valioso como el oro mismo, el mercado de capitales emerge como una plataforma esencial para potenciar la transparencia en la industria minera. Este sector, a menudo rodeado de dudas y escepticismo, encuentra en la exigencia de auditorías y balances públicos una oportunidad dorada para reforzar su credibilidad.
La transparencia no es solo un concepto; es un compromiso que las empresas mineras deben asumir para construir relaciones sólidas con sus inversionistas. La obligación de tener sus estados contables auditados y los balances certificados al día representa un paso crucial hacia la rendición de cuentas. Al hacerlo, las compañías no solo demuestran su responsabilidad corporativa, sino que también abren la puerta a una mayor claridad sobre su situación financiera y operativa. Esto es fundamental, ya que los inversionistas necesitan información confiable y accesible para tomar decisiones informadas en un entorno que puede ser volátil y complejo.
El panorama actual exige, por tanto, que todos los actores involucrados se alineen en esta búsqueda de transparencia. Los inversionistas, por su parte, también tienen la tarea de mantener sus cuentas en orden, lo que no solo refleja su solvencia, sino que también indica un compromiso con las mejores prácticas financieras. Esta sinergia entre empresas e inversionistas es vital para generar un clima de confianza que beneficie a toda la industria.
La implementación de estos mecanismos no solo contribuirá a la estabilidad del mercado, sino que también abrirá oportunidades para atraer nuevos capitales que, de lo contrario, permanecerían al margen debido a la percepción de riesgo. Inversionistas cautelosos pueden verse motivados a tomar riesgos calculados cuando conocen el contexto claro y transparente en el que operan las empresas mineras.
Al adoptar un enfoque proactivo hacia la transparencia, la industria minera puede cambiar la narrativa que la rodea, generando confianza entre inversionistas y comunidades. Este nuevo camino, marcado por la apertura y la rendición de cuentas, puede ser el impulso que se necesita para llevar la minería hacia un futuro brillante y próspero.
En conclusión, Argentina se encuentra ante una disyuntiva crucial para su futuro minero. La combinación de un marco normativo solidificado, incentivos fiscales, y el potencial de desarrollar un mercado de capitales de riesgo local son ingredientes esenciales para transformar la industria minera en un motor de crecimiento económico. A partir de la experiencia internacional y la adaptación de estos modelos a la realidad local, la nación puede sentar las bases para convertirse en un referente en el sector minero en América Latina, asegurando a su vez que el desarrollo de sus recursos naturales beneficie a toda la sociedad.
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