ARGENTINA | 05 de Diciembre de 2024
ARGENTINA
05 de Diciembre de 2024
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BUENOS AIRES

A propósito del mundial de fútbol: una fiesta nacional por tres días

Por Carlos Campolongo

Apenas la selección nacional de fútbol se consagró campeona mundial, torrentes de multitudes se manifestaron en plazas y calles de todo el país. Espontáneamente, sin organización. La marea nos dejó fascinados por la cantidad, fervor y entusiasmo nunca visto en esas proporciones ante eventos similares. ¿Es el futbol una pasión de multitudes? No, en ella también se congregan y festejan quienes no son devotos del deporte de la pelota; su costado lúdico y competitivo. Es otra cosa más, entonces, lo que juega.

Es la multitud propias de la sociedad de masas en sentido afirmativo. La manifestación de aclamación y adhesión masiva a los “héroes y dioses”; fue un acontecimiento con aspectos manifiestos y latentes. Con el correr de las horas en forma directa o seguidas por las pantallas circulaban en ese espectro bullicioso la necesidad de encontrar huella de interpretación subterránea. La fiesta espontánea buceaba, para la crónica, en causas que se asentaban en la alegría, pero llamaba la atención ¿Había emergido un espíritu nuevo en el país? ¿Cuánto duraría? ¿Llama un desafío en medio de la penuria de la crisis que estamos viviendo hace varias décadas? El apoyo masivo no implicó la desaparición de grietas entre algunos dirigentes políticos. Aparecieron en los festejos mismos con improvisados dispositivos de seguridad y el intento de “contagiarse” o “buscar una foto” con el plantel.

En la actualidad predominan mayoritariamente sentimientos de frustración, tristeza, desesperanza y otras emociones negativas. El triunfo exalta todo lo contrario. La sociología pone en el centro la necesidad de construir una cohesión social, difíciles tiempos de desajustes políticos, institucionales, económicos y sociales.

La congregación celebratoria suspendió momentáneamente, las diferencias, pero finalizada la celebración se volvió a un estado emocional anterior. El sentimiento de alegría de la fiesta no se sabe cómo se procesará en lo estratégico político. Nada, ni nadie pudo alzarse como propietario del triunfo.

El fenómeno tiñó las calles de millones de camisetas albicelestes más que de camisetas locales de los clubes de fútbol. Como todo acontecimiento que atrae la atención multitudinaria se resiste a una simplificación. No todas las aristas pueden condensarse en pocas líneas.

Euforia o pasión o ambas, sin olvidar que, desde la agudización del profesionalismo, el fútbol es una mercancía, un comercio, negocio que da ganancias inconmensurables; a la FIFA y otros involucrados. Por ejemplo, los derechos de televisación. Muchas veces quedó expuesto el territorio de corrupciones conocidas de quienes dirigen y tienen el poder de decisión.

Era el domingo 18 de diciembre y la fiesta se extendió casi sin pausa por dos días más. Fue una fiesta nacional por tres días, sin casi incidentes. Remontada la derrota del primer partido en los cuartos de final. En base a una planificación pensada paso a paso por el técnico Lionel Scaloni, el descollante Lionel Messi y un plantel disciplinado. Estos valores trascendieron las canchas.

Por las pantallas de televisión era incesante el desfile de alegría, euforia sin muchos incidentes importantes. Eran multitudes que seguían un ritual de celebración por la conquista que había generado en hinchas y no hinchas una imperiosa necesidad de festejar. Fue un paréntesis de convivencia en un contexto que, se sabe, esta pleno de dificultades y penurias para millones de argentinos que participaron de diferente modo en la fiesta. Y los festejos después de la coronación de nuestra selección fue una excepcionalidad.

El recordado psicoanalista Dr. Enrique Pichón Riviére definió a fines de los 60 sobre el fútbol como “ extraña mezcla entre la guerra y la fiesta”. Era la época en que el fútbol se profesionalizaba cada vez más dejando atrás lo que implicaba el amateurismo.

Lo más manifiesto es la fiesta. Esa alegría por encontrar, aunque sea pasajeramente, una identidad nacional a la deriva, una unión, lazos sociales por pertenecer a un colectivo, en el trámite de la conquista y que se pueden asumir objetivos comunes. Claro que la práctica política tiene otras complejidades diferentes a las del fútbol.

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