ARGENTINA | 09 de Diciembre de 2024
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09 de Diciembre de 2024
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BUENOS AIRES

ARGENTINA: 1949

Los movimientos políticos necesitan de un sostén jurídico para la acción de sus ideas, especialmente los que se disfrazan de revolucionarios. A fin de cuentas, el derecho es el marco de interacción de la sociedad y el Estado, el que establece el radio de libertad y preponderancia de cada uno.

Si se pone la lupa en el estado de derecho de un país, se puede trazar una semblanza de la calidad de las ideas políticas vigentes. Y si esa lupa se acerca a los argumentos jurídicos que dan sostén al plan político de un gobierno, se puede comprender con claridad el pasado, el presente y sobre todo el futuro.

Hace unos pocos días, un referente del movimiento político en el poder realizó unas declaraciones imperdibles. En un típico giro pleno de astucias y contradicciones, sostuvo, emulando a YRIGOYEN, que su plan era la Constitución Nacional. Si hubiera seguido un punto y aparte a la frase, habría sido un motivo republicano de calibre para festejar. El problema fue la aclaración subsiguiente: no la Constitución vigente, sino la de 1949. Fatta la legge, fatta la trappola.

La Constitución de 1949 nació mal parida, con mayorías discutibles, incumpliendo las formas en cuanto a su declaración y el alcance de su reforma, ilimitada y por tanto impropia. Aun así, no fue en líneas generales una nueva Constitución sino que gran parte era una actualización de la original (con palabras rebuscadas, claro, para justificar el cambio). Salvo en dos puntos centrales, que desnudaban la verdadera intención: la reelección indefinida y la presencia estelar del Estado en la economía.

Claro, uno puede decir que respondía a la época, signada por los autoritarismos y el fascismo en el que abrevaba. El problema es que esa Constitución anacrónica, y fuera de tiempo y espacio, sea rescatada como el marco de referencia jurídico para un país en pleno siglo XXI... Por eso mismo, porque revela que las ideas políticas son anacrónicas y fuera de tiempo y espacio para pleno siglo XXI.

WILFREDO PARETO sostenía que el capitalismo puede seguir dos caminos: el de la creación de riqueza o el de la apropiación de riqueza. La elección depende fundamentalmente del marco jurídico que haga prevalecer el ideario político del gobierno de turno.

Si se presta atención, desde la restauración de la democracia, salvando unos pocos años en los que

hubo breves intentos republicanos, las ideas políticas y jurídicas en Argentina han creado un esquema que favoreció abiertamente la apropiación de la riqueza.

Sobran los ejemplos, incluso dos recientes que dejan boquiabierto a cualquiera: el traspaso de miles de empleados a planta permanente y el gasto millonario de dineros de jubilados para cotillón del mundial.

Si a la reflexión de PARETO sumamos a WEBER (el líder carismático) y SCHMITT (el decisionismo), tenemos el marco completo: no hay partidos ni oposición, hay un partido; no hay sociedad y Estado, hay Estado. No hay tres poderes, hay un líder. Basta. Ya es tiempo de dejar de sobrenadar en ideas viejas y fallidas, y empezar a crear riqueza con desarrollo.

ESF

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